Lucía se sentía satisfecha con el estado de la mosquitera, pero todavía veía margen de mejora.
Por la mañana mis intestinos empezaron a acompañar a los de Lucía también, pero con mucha menor intensidad.
Mamá, te vas a sentir la mar de orgullosa de mí. Como lavar la ropa en el hotel era más caro que los precios a los que estábamos acostumbrados de los albergues de mochileros, decidí lavarme a mano los calzoncillos y los calcetines, que como son más pequeños caben bien en el lavabo. ¡Creo que la última vez que había lavado algo a mano había sido en la granja-escuela! Del polvo de los caminos en bici, éste es el estado del agua tras remojar sólo el calcetín izquierdo:
A mí desde luego, no se me hubiese ocurrido hacerlo, pero Lucía, lo llevaba haciendo ya desde llegar a Yangón. En el hotel caro costaba cada prenda unos 17 céntimos. Y grano a grano, se hace granero.
Esa mañana no funcionaba internet. Cuando preguntamos, nos dijeron que a veces pasaba, y que probablemente sería porque estaba nublado. No estoy muy seguro de que esa fuera la razón de verdad, pero lo dejé estar, porque el de recepción tampoco parecía ingeniero de Teleco.
Lucía se había comprado en Yangón unos "longys", las faldas que lleva aquí todo el mundo y al ponérselo se le caía cada 5 minutos. Tampoco nada trágico, porque ella llevaba bragas debajo, a diferencia de muchas locales, pero un rollo de todas formas. Así que preguntó al recepcionista también. Éste, en cuanto vió que eran cosas de mujeres, reunió a 3 de las servicio:
La razón es que le faltaba algo de acabado (se compran como telas, como toallas y tienen que quedar como tubos o cilindros), así que nos fuimos a probar a ver si nos las cosían en los puestos callejeros del mercado. Y funcionó, y tras preguntar nos lo cosieron en un momento. Las máquinas de cosar eran todas de las de dar con el pié como la que había en Balconete.
Algunas fotos yendo de camino al mercado:
De gente en camionetas sé que hay muchas, pero a mí me fascinan.
3 pasajeros en una bici con sidecar de esas:
Bicicletas bien cargadas:
En algunas casas nuevas que construían para hoteles había andamios de categoría. Madera maciza, nada del bambú corriente y moliente. Aunque no con mucho orden.
Algunas escenas del mercado. Primero, niñas en la huevería lavando huevos para limpiarlos antes de verderlos.
Puestos corrientes. La lata es la medida estándar. Tú pides 2 latas de lo que sea, y miden la cantidad con la lata, antes de ponértelo en una bolsa o en una hoja de plátano.
Señora sosteniendo una bolsa en la cabeza mientras charlotea al lado de los puestos de hojas de betel.
Las hojas de betel de cerca.
Una niña yendo a comprar aceite. Tú llevas tu botella de plástico, y elloss te echan el aceite de dentro del bidón grande.
Carniceria:
2 señoras volviendo de la compra:
Cuando volvimos del mercado al hotel, estaban algunos birmanos la mar de alborotados en la recepción con una escena muy divertida. Como es un hotel muy bueno para los estándares locales, habían decidido usar andamios metálicos estilo occidental de importación. Habían comenzado a montarlo en una de las paredes del hotel después del amanecer. Por la mañana cuando salimos hacia el mercado, a eso de las 9, ya llevaban a lo mejor 6 metros de altura. Cuando volvimos, a eso de las 11, nos les encontramos revolucionados porque no podían seguir con el andamio. Resulta que no lo habían planeado y el andamio chocaba contra un tejadillo y no podían seguir elevándolo. Con los de toda la vida de bambú eso no pasaba, porque el bambú es flexible, lo doblas un poco y ya está apañado. Además, puedes atar una cuerda de fibra vegetal a cualquier lado. Pero los metálicos que habían comprado tenían enganches en puntos fijos, y desde luego no se podían doblar. Así que estaban llamando por teléfono móvil no sé si a la central o al suministrador del andamio para preguntar cómo seguían ahora.
Luego salimos otra vez con las bicis a ver más pagodas.
Casi todos los templos, incluídos los que están en sitios desiertos, tienen la variante birmana del botijo, para dar de beber a los peregrinos que los visitan. Siempre están a la entrada y debajo del sombrerito tienen una taza común encima de un platito. A Lucía eso de usar la misma taza que todo el mundo, no la convencía, así que siempre usamos nuestras botellitas de agua. Debe de ser algo de mentalidad budista lo de tener agua para los que pasan, porque en los pueblos hay muchas tiendas o casas normales que también lo tienen a la entrada.
Para ir a otro grupo de pagodas estuvimos pedalando 30 minutos sin cruzarnos a nadie. Sólo un lagarto y un par de carros como el de abajo. Vimos un montón de carros de vacas jorobadas en Birmania, y ninguna usaban el "collar de cuero" que se usaba antes en España. Sólo usan los palos esos para enganchar a la vaca (la joroba también ayuda), que parecen mucho más incómodos y peor para arrastrar cosas.
Ahí nos enganchó una birmana que estaba en el camino para cazar incáutos. Había un pueblecito justo al lado, pero como estaba lejos de la zona de las pagodas importantes, no pasaba casi nadie, así que la del bar tenía que ir al camino a buscar a los clientes. Como hacía un montón de calor, fuimos a ver cómo era el pueblo.
Éste era el bar:
Las hijas de la del bar, como casi todas con el maquillaje tradicional, que además les sirve como crema solar:
Luego fuimos a visitar el pueblo con una de las de bar.
Un molino donde muelen una especie de ciruelas secas.
Vienen de este tipo de ciruelas que se dejan secar al sol:
Peinando un cerdo:
Hombre duchándose (Lucía le pidió permiso antes de hacer la foto):
Fumando hojas (no es tabaco, son cosas de la zona):
Así hacen las faldas:
Y así el hilo:
Esto eran parecido a las lentejas:
Muchas casas las construyen elevadas con bambú:
Luego seguimos el camino.
Una última foto yo con los templos por la tarde.
Y otra con mis fans:
Cuando hace calor están buenísimos los zumos de caña de azúcar. Ésta es la máquina con la que aplastan la caña para hacerme mi zumo.
Éste ya sí que es el último templo del día:
Después de ver anochecer en otra pagoda distinta, nos fuimos con la bici al hotel. Por el camino se le pinchó la bici a Lucía. Aún así, en vez de bajarse y empujar, como eran bicis malas de alquilar, siguió montada los 3 km que faltaban. Menos mal que no se pinchó antes en los caminos de arena, que si no...
Lucía al final cogió bastante habilidad poniendo la mosquitera:
Y lo mejor de la mosquitera es que también se puede usar de cuerda de tender las cosas que lavamos.
Y nos acostamos pronto, que el día siguiente salía nuestro autobús a Kalaw a las 7:30 de la mañana.
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