Wednesday, March 26, 2014

Trekking de Kalaw a Inle - Primer día

El día 13 de marzo empezamos el "trekking" de Kalaw al lago Inle. Desayunamos por última vez en el micro-hotel del belga y como nos gustó, decidimos dejarle propina en una especie de hucha-cerdito que tiene en la cocina. La propina se reparte entre el par de birmanos que trabajan en la casa. La ranura es demasiado pequeña para los billetes (no es que estemos espléndidos, es que los billetes son de 40 céntimos, 80 céntimos de euro...) así que le decimos al belga que tiene un problema con la hucha. "Se lo diré a XXX y estoy seguro de que le dará máxima prioridad". En efecto, el birmano, que según el belga era bastante vago, desapareció con lo hucha y volvió con ella a los 3 minutos. Tanta celeridad no la hemos encontrado en Birmania en ningún sitio.


Después nos recoge el guía y vamos en taxi hasta donde comienza el "trekking". Vamos en carretera de peaje, o al menos, el taxista se para en un par de controles y da dinero, pero vamos, que la carretera está asfaltada y poco más. Abajo se ve como es, mientras nos cruzamos con otro coche.


Luego empezamos el "trekking" propiamente dicho. Yo ya me había extrañado un poco cuando le había preguntado 2 días antes que si necesitaba botas, y me habían dicho que con mis sandalias cerradas valía. Aquí lo de "trekking" tiene que ser un concepto de márketing, porque entre eso e ir de excursión a Balconete no hay mucha diferencia. Vamos, como ir a coger moras al llano del pueblo.

Lucía: Ye Linn, nuestro guía, estudia inglés en la universidad y sólo le quedan un par de meses para acabar. Pese a todo, su inglés (que es superior al de la media) es bastante regulín. Quiere hacer un examen estatal para tener licencia de guía turístico, pero dice que es muy difícil... 
Lo de las licencias está extendido aquí, Ye Linn también nos cuenta que para tener un coche (por ejemplo uno como el nuestro) necesitas una licencia que cuesta unas cinco veces lo que el coche. 


Le preguntamos si no era peligroso eso de ir por las vías, pero el guía contestó que sólo pasaba un tren al día, e iba la mar de despacito, así que no había mucho riesgo. 


Y no me quiero imaginar cómo tiene que ser ir en tren por allí. El guía birmano nos dijo que él sólo había montado una vez en su vida en un tren, pero que no le había gustado porque traqueteaba demasiado. Y a nosotros ya sólo yendo en autobús nos castañeaban los dientes.

Al principio yo estaba un poco decepcionado con la excursión, porque paisajísticamente la Vega del Tajuña es un vergel en comparación, pero lo curioso es ver a la gente que vive por allí. 

Nos cruzábamos a la gente de los pueblos en el camino. El tío de abajo lleva galletas de arroz para vender.


En un pueblecito nos paramos y vimos a una señora que tejía telas. Tenía 75 años.


Lucía: la señora estaba triste porque esto de estar sentada y tejer todo el día le gustaba bastante menos que trabajar en el campo, que es lo que hacía hasta que fue demasiado mayor. El turbante de la cabeza es tradicional de la etnia Shan, que es la zona donde estamos. Yo me he comprado uno! En esta foto se aprecia el efecto del betel:


A ver si funciona el vídeo de abajo:


En la foto de abajo lo importante no es Lucía, que también, sino lo que aparece de fondo en las rendijas de las fibras de bambú de la casa: pasta de dientes y un cepillo.


La primera vez me sorprendió, pero luego lo vi en muchas casas. Resulta que como no tienes agua corriente en casa, no tienes ninguna razón para tenerlo dentro. Usas agua de un cántaro que tengas fuera para enjuagarte la boca, y la escupes en el suelo del patio. Además, está a la vista, así que no te olvidas, y como está un poco alto, las vacas y los búfalos no llegan.

Lavando en el patio, al lado de las vacas jorobadas.


Las casas tradicionales están hechas de bambú, excepto el tejado, para el que usan hierba seca. Lo bueno del bambú es que es muy barato, pero lo malo es que te toca rehacer partes cada 5-7 años. Tampoco es mucho problema, porque si te quieres construir una casa, te ayudan los vecinos y la hacéis entre todos. Y en poco más de un mes, ya está lista. Los de abajo cortan bambús gordos que se usan como vigas principales.


Éste está entretejiendo las paredes:


Algunos tienen más dinero y se hacen los muros de una especie de bloques de hormigón. Y digo especie porque también es muy curioso. Quedan como grumos de medio centímetro de diámetro apelotonados. Tengo muchas fotos del proceso pero a Lucía le aburren, así que no las pongo. Se les suele acabar el dinero antes de poder poner las ventanas y la puerta, que son más caras, así que para eso ponen bambú otra vez a la espera de poder conseguir más dinero (¿de algún turista, tal vez?).


Al de abajo se le acabó el dinero antes de poder hacer el piso de arriba con los ladrillos raros esos.


Como curiosidad, de lo primero que se compran los birmanos del campo cuando tienen dinero es un tejado de zinc. Por lo visto tiene que ser muchísimo mejor que el tejado de paja. Aunque no tengan ni luz, ni agua corriente... lo primero, un tejado impermeable. Si me lo hubiesen preguntado qué es lo que más diferencia hace para ellos, nunca lo hubiese adivinado.

Aquí el bambú se usa para todo. De una raíz de bambú salen un montón de palos para arriba. Y realmente pueden ser larguísimos. Lo de abajo son unos matorrales de bambú. Pueden tener perfectamente 20 metros de largo.


Muchas veces secan frutos o ponen semillas al sol. Lo de abajo es arroz.


Madre duchando al niño mientras el enano se apoya en la vaca.


Ejemplo de casa con jardín.


Granero:


La caseta del cerdo con el cerdo dentro (lo oscuro):


Mucha gente no tenía vacas o búfalos de agua y trabajaba en el campo arando con azadón.



Yo no había visto un búfalo de agua nunca, y pensaba que el nombre era figurativo. Resulta que se tienen que bañar al menos una vez al día (más que Miguel - él dice que le vale con uno de cada tres). Estos van a la ducha. 



Pasando puentes:


Yo no lo sabía entonces, pero había un cocinero que venía también a la excursión, pero en moto. Él iba antes a los sitios y cocinaba para tener la comida para cuando llegásemos. La comida abajo.


Después de comer, pregunté por el baño y me señalaron este cobertizo en el patio:


Desde un sillón viendo el documental de la 2 se ve todo la mar de cómodo, pero alguien tiene que hacer el trabajo de campo, así que me resigné y allá fui. Dentro se ve lo de abajo. Y tenéis suerte de que el olor no salga en la foto.


Aquí, desde luego, no hay mucho que adivinar. Un agujero en el suelo, un recipiente de plástico con agua, y una especie de cucharón hecho on un palo y una lata atada. El cómo utilizarlo, ya lo he descrito en algún otro post, pero por simple inspección, el procedimiento admite poca variabilidad. Un único apunte, extremadamente imporante: es fundamental ir allí sin nada en los bolsillos. Si no, al ponerse de cuclillas, si tienes la cámara de fotos en el bolsillo, puede haber algún percance muy serio.

Yo con la señora de la casa en la cocina. Me dijo muchas veces que yo era la mar de guapo =) Las mujeres aquí son también cotillas, y quería saber si estábamos casados y esas cosas. Cuando le dijimos que no, nos dijo que teníamos que venir otra vez cuando nos casásemos.


Kit de maquillaje a base de madera de árbol (el trozo de árbol se ve junto al corazón a la izquierda, frotan eso sobre la piedra con un poco de agua y sale una masilla fina). Se ponen el maquillaje en la cara, formando una especie de cuadrado amarillo (Realmente, cualquier dibujo mono, a las niñas les ponen dibujitos). Lo llevan algún hombre y casi todas las mujeres. Ellos dicen que así están más guapos y que además protege del sol. Respecto a lo segundo no puedo opinar, pero en lo de estar más guapos, discrepo bastante.


Para construir usan una piedra parecida a la sepiolita (parecido a arena muy, muy pequeña compactada) como cemento. La cuecen en un horno (un agujero en la arena) durante un par de días y luego la golpean para hacerla polvo. Como hay que alimentar el fuego de la cavidad de abajo varios días, mandan a los niños para que hagan guardia día y noche y no se apague. Lo de abajo son algunos agujeros-hornos. Al fondo las piedras blancas, ya cocidas. 


Era una pena que como viajamos en la época seca, las terrazas de arroz no quedaban tan bonitas:




Hombre haciendo cestos para vender. En total era un grupo de unos 5 ó 6, cada uno se dedicaba a una tarea, todos sentados en el suelo, y eran como una pequeña línea de montaje. El primero empezaba cortando los palos de bambú, y éste, que era el último, tejíia la cesta con el bambú ya cortado en tiras finas de aproximadamente el mismo tamaño. 


Señoras volviendo al poblado con agua. Ése es también el pueblo grande en el que dormimos.


Separando el grano de arroz de la cápsula.


Dormimos aquí. Después de dejar las cosas nos dimos una vuelta por el pueblo antes de cenar.



Dormir en una cama de agua tiene que ser parecido a esto. Los birmanos en general son delgaditos, pero cuando Miguel andaba por aquí me llegaban unas ondas que no veas. 

Nuestro vecino, con un machete a la espalda.


Casa bien de la zona.


Había unos niños que querían que Lucía les hiciese fotos. Posaban, venían corriendo a que Lucía les enseñase la foto, se reían mucho de cómo quedaban en la foto y luego volvían a posar otra vez.


Se ponían muy serios para posar, me recordaban a esas fotos de familia de los años 20. 


Aunque después se fueron soltando:


Aquí la niña me está imitando - yo sonreía para intentar que ella sonriese. Creo que no nos salía muy bien a ninguna de las dos.

Ésta es la cena sólo para los dos. Deesde la izquierda, el cocinero y el guía.


Y por último un té por la noche en el porche.


Pese a todo el polvo del camino (atención a mis pies), decliné ducharme ese día, por razones obvias. En cuanto al retrete, yo encontré un bosque de bambú algo alejado que me hizo el apaño. 

En algunas de las casas había un panel solar, de ahí nuestra bombilla. Había otra dentro de la habitación - las bombillas están directamente colgando de la batería, sin interruptor por medio. Lo que quiere decir que lucen mientras que la batería no esté vacía. En mitad de la noche aproveché que Miguel fue al baño y le dije que la desconectara - a lo bestia, claro. 

Y a dormir pronto, porque al día siguiente, para evitar el calor del medio día, nos tocaba levantarnos a las 5:30 de la mañana.



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