Saturday, March 15, 2014

Llegada a Yangún/Rangún y pagoda

Birmania capital Rangún. Así se aprendía en el cole. Ahora es un poco más complicado. En 2005 la junta militar decidió fundar una nueva capital en medio de una llanura vacía y en 2011 cambió el nombre el país a Myanmar y el de la antigua capital a Yangún. Ostenta numerosos galardones a nivel internacional, como ser el segundo país más corrupto del mundo después de Somalia según Transparencia Internacional, su renta nacional por cápita es de 1 € al día, lo que implica ser el país más pobre del Sudeste asiático, tiene el conflicto armado más antiguo, es la dictadura que más tiempo lleva del planeta y gran parte del país está cerrada a los extranjeros. En resumen, un país en los primeros puestos en casi todos los rankings internacionales, lo que le hacía merecedor de una visita en profundidad.

El 5 de marzo llegamos al país. De Bangkok a Yangún se tarda algo más de hora y media en avión. Tras aterrizar fuimos a la cola de inmigración, pero justo cuando nos iba a tocar nos dijeron a todos los de la cola que nos apartásemos y dejásemos sitio. Podrías pensar que iba a pasar el primer ministro por lo menos, pero no, eran sólo 4 monjes budistas con sus túnicas rojizas. Los del aeropuerto le trataban a uno como si fuese Juan Pablo II, le saltaron todos los controles y le esperaba un montón de gente, a los que habían dejado pasar a la zona internacional para recibirle. Y luego en la parte pública, todavía más. Supongo que sería un gran maestro budista. Por cierto, uno de los poderes que debe dar la meditación a un gran monje budista es no tener que cambiarte de calzoncillos, porque de los 4, 3 no tenían ningún tipo de equipaje y el otro tenía algo indeterminado que podría ser desde una ánfora hasta un tambor, pero desde luego no una maleta normal.

Tras sacar moneda local en un cajero (previa comisión de Myanmar a todas las tarjetas extranjeras de 4 €), nos esperaban los de nuestro albergue para recogernos. Nos subimos 6 a un coche y Lucía tuvo que ir más de media hora encima mía, y tras pararnos por el camino a arreglar una rueda, llegamos sin más percance al hostal. Los coches circulan por la derecha como en España, pero tienen el volante a la derecha como en Inglaterra.

Lucía ha descrito Myanmar como "Tanzania pero con chinos" y la verdad es que en 4 palabras no se me ocurre nada mejor. Pensaba que sería parecido a Tailandia pero en pobre, pero realmente hay diferencias. Lo primero que sorprende es que no es que el 80% de los hombres sean ladyboys de esos, sino que aquí la falda es su vestido tradicional para ambos sexos. Viniendo de Tailandia, se nota mucho también que las birmanas son mucho más guapas. Y no están acostumbrados a ver occidentales, así que hay muchos que se quedan mirando sorprendidos cuando pasas. Lo que es seguro es que vas a llamar inmediatamente la atención vayas a donde vayas. En general son muy simpáticos y curiosos y tienen ganas (aunque pocas habilidades) de hablar inglés.

Nada más llegar a nuestro hostal, Lucía decidió iniciar su ofensiva antimosquitos. Así que se puso a impregnar la ropa de veneno.

De allí cogimos un taxi y nos fuimos a ver la principal pagoda del país. Aunque diga pagodas, lo que son en general son conjuntos de templos dentro de un mismo complejo. Se tarda un buen rato en visitar cada una y hacen a la vez de plaza del pueblo. Como en el budismo no necesitas sacerdotes, la gente va allí cuando quiere a rezar, rezan a lo mejor 1 - 10 minutos y se van. Hacen ofrendas de flores, frutas... incluso zumos o lo que se les ocurra. Se encienden palillos, se echa agua... La mar de variado. La primera impresión es que allí cada uno hace lo que le peta. A veces dan a un gong porque sí. Un niño vió que cuando le dio a una campana con un martillo enorme a mí me hizo gracia, así que su grupo de amigos se pasaron dando mazazos los siguientes 2 minutos. Va desde el chico joven de 20 años con pinta de 'cool' que viene solo, reza 2 minutos y se va hasta familias o grupos de abuelillas que después de rezar sacan allí las cazuelas, ponen la mesa y se ponen a comer en el suelo dentro de los templos. No me imagino yo sacando los filetes empanados y las tortillas de la tartera dentro de la Almudena.

Abajo un monje andando por las alturas meditando dando vueltas al pincho principal.

Y por la noche estaba todo iluminado.

Después fuimos a cenar a un sitio bueníiiiiisimo del centro de la ciudad. Pedimos 2 platos y nos trajeron como 8 porque sí. Lo que pasa es que lo hicimos regular. Yo me bebí primero la sopa que nos trajeron antes de empezar el segundo, y luego vimos que la sopa hay que irla echando progresivamente encima del plato de arroz, y que no se come sola. Del plato de ensalada, que eran verduras tal cual, sin aceite, sal o gilipolleces, había como 7 cosas distintas de las cuales no reconocía ninguna. Cuando terminamos nos trajeron una caja de bombones y un té. Cuando probé los bombones se me iluminó la cara. Estos birmanos han conseguido el Santo Grial en materia de bombones. ¡Hacerlos directamente 100% de leche condensada! El té de esta gente, que beben en la calle constantemente por las tardes y noches, está compuesto además al 50% de té negro con leche condensada también. Como estaban los bombones demasiado dulces para Lucía, procedí a saquear la caja sin contemplaciones. Factura total entre los dos, menos de 5 €.

A la vuelta al hotel cogimos un taxi. Como aparte de los números es normal que los birmanos no sepan nada de inglés, teníamos una tarjeta del hotel encima. Después de que el taxista parase 2 ó 3 veces para preguntar a los vendedores ambulantes por la direcciión, llegamos y todo. Todavía no sé cómo nos dijo el precio tan seguro sin tener ni idea de dónde era. Bueno, mejor dicho, sí lo sé.

 

No comments:

Post a Comment