Y desde la terraza del desayuno.
Railay es una península chiquita chiquita, y aunque toda o al menos gran parte de la costa del Andamán y de las islas de al lado están llena de acantilados calizos enormes, aquí es donde se supone que son más impresionantes. En mi opinión tiene más que ver con que son más accesibles, así que viene más gente y más autores de guía turística, lo cual atrae a todavía más turistas... Nos fuimos a alquilar un kayak doble y salimos muy pronto por la mañana. Teníamos ganas de aprovechar el día antes de coger el avión. Y realmente es muy buena idea, porque teníamos las playas que eran accesibles sólo en barco para nosotros. ¡Esa soy yo!¡De verdad de la buena!
Esa playa estaba llena de cangrejos que hacían bolas de arena. La existencia de este cangrejo es la mar de aburrida. Sale de su agujero y empieza a juntar arena con las patitas delanteras. Cuando ya la bola se vuelve demasiado grande para él, la echa a un lado y coge más arena, así que cuanto mayor el cangrejo, mayor las bolas. Supongo que estará intentando ordenar la arena de la playa. Alguien le tendría que explicar el tema de las mareas. De todas formas resulta casi hipnotizante ponerte a mirar como trabaja un bichito de éstos. Los chinos de las fábricas de ropa tienen que ser parecidos.
En grande:
Y por supuesto aproveché para mi saltito que ya le tengo muy practicado. ¡Mira mamá qué bien salto!
¡Mira mamá, otra vez! ¡Por si no lo has visto bien! ¿A que salto bien?
Cosas de estas se ven mucho por Asia.
No era demasiado interesante, y además volvimos bastante rápido, porque habíamos dejado el kayak en la arena bastante cerca de la orilla. Realmente el kayak estaba a 10 m de la orilla, pero aquí el señor aprensivo me hizo volver corriendo no fuese a ser que la luna hubiese cambiado de repente de órbita.
No sé si lo había contado antes, pero en las islas Perhentian en Malasia también habíamos alquilado un kayak para dar vueltas por las calas. Lo habíamos dejado en la playa, y yo le había estado insistiendo a Lucía para dejarlo más arriba y que no se lo llevase la marea. Lucía cuando hace calor le tiene alergia al sudar y quiere minimizar todo movimiento, así que decía que no hacía falta, que yo era un exagerado y que patatín y patatán. Así que la hice caso (cómo no!...¡calzonazos!) y nos fuimos a bucear. Una vez alcé la cabeza y a través de las gafas vi a nuestro kayak flotando a la deriva. Ni que decir tiene que volví nadando como un misil a recuperarlo. Una vez que lo puse a salvo, ya pude disfrutar con toda tranquilidad de uno de los grandes placeres de la vida en pareja: el "ya-te-lo-decía-yo-ismo". Habitualmente suele ser al revés, así que esta vez aproveché y disfruté una semana con un montón de "si me hubieses escuchado", "y ya ves que tenía yo razón", "ya te lo había dicho yo"... y demás. ¡Qué maravilla!
Así que esta vez en Railay yo también había insistido para dejar el kayak bien alto ("la otra vez también decías lo mismo y mira que...") pero ella decía que yo era un exagerado y que no hacía falta. Por el camino a la cueva yo le había estado ya diciendo que tuviese en cuenta que si el kayak salía flotando era bajo su responsabilidad y tal. Así que como la cueva no parecía muy interesante, volvimos al kayak rápido. Lucía iba como un torpedo, la perspectiva de que a lo mejor el kayak se hubiese ido y lo más importante, tener que aguantar una terapia de "ya-te-lo-decía-yo-ismo" durante una semana le habían dado alas. Yo mientras tanto iba pensando que ojalá que hubiese llegado la marea y hubiese llevado el kayak un poquitín, sólo un par de metros. Lo suficiente para poder ganarme mi derecho. Pero nada, no hubo manera y cuando volvimos el kayak estaba en el mismo sitio donde lo dejamos... :-( ¿Ves? ¡¡Ya te lo decía yo!!
La isla de abajo estaba cerca y fuimos a verla. Luego dimos una vuelta por la bahía.
Esta vez estaba yo delante, así que conseguí que Lucía me hiciese fotos, que siempre se las hago yo a ella.
Luego ya volvimos a la playa donde habíamos cogido el kayak. No teníamos mucho tiempo, porque teníamos que llegar al aeropuerto.
Fuimos rápido al bungalow otra vez a ducharnos y cogimos las mochilas para volver otra vez a la playa de arriba. Y luego a esperar. Porque el barquero no sale hasta que se llenen los 8 sitios de su barco, con lo cual las opciones son, o pagas tú por los otros 2 pasajes extra para salir inmediatamente, o se tiene paciencia y se espera uno a que vengan los siguientes. Lucía es de poca paciencia en estos caso, pero conseguí reternerla media hora hasta que ya salimos.
Cuando llegamos a tierra firme, teníamos que coger el transporte para el aeropuerto. Con el autobús público ya no llegábamos, porque se acaba de ir y sólo pasaba uno cada hora. Nada más salir de la barca había un hombrecillo que había insistido en llevarnos al aeropuerto, pero nosotros le habíamos dicho que no, porque no parecía tener ningún taxi y queríamos ver primero si había otras opciones. Preguntamos en un puestecillo de información, y nos dijeron un precio bastante más alto, enseñándonos además panfletos en los que eso aparecía como la "tarifa oficial" al aeropuerto. Así que nos volvimos al hombrecillo de antes, que estaba encantado de llevarnos. Efectivamente, no tenía ningún taxi, pero tenía un coche muchísimo mejor que la mayoría de los taxis. Le preguntamos que cómo es que nos llevaba, y además por ese precio y nos respondió simplemente, que "no tenía nada mejor que hacer". Yo en estos casos desconfío un poco e iba siguiendo el trayecto mirando el GPS en el móvil, pero cuando se desviaba de la ruta lógica era siempre para coger caminos de cabras que atajaban, así que nos salió la mar de bien. Esto sólo lo cuento porque resultaba curioso en general que en muchos de estos países el tiempo no valía casi nada. Por eso los taxistas se ofrecían siempre a esperar durante hora y media a que salieses de cualquier sitio para poder llevarte también a la vuelta.
Llegamos la mar de bien al aeropuerto y volamos primero Krabi - Bangkok. En Bangkok por primera vez en nuestra vida había un chico del aeropuerto uniformado esperando con carteles con nuestros nombres para llevarnos a la terminal adecuada.
Así que le seguimos sintiéndonos la mar de importantes. Aunque el chico tenía que ser nuevo, así que dando vueltas por la terminal se perdió y acabamos al otro lado de donde teníamos que llegar separados por una pared de cristal. El chico tuvo que llamar a los de seguridad del aeropuerto para que vinieran y nos abrieran puertas para poder pasar a nuestra zona.
Mientras esperábamos en la sala de embarque, cuando faltaban 20 minutos para salir, salió una azafata muy guapa con una pancarta - "Asientos calientes". Se paseó un rato por la sala, gritando "¡Asientos calientes, asientos calientes!". Todos los asientos esos estaban en las primeras filas de butacas del avión, y había que pagar más. Lucía no quiso cogerlos y a nosotros nos tocó muy atrás, así que no me pude enterar de en qué consistían. Pero tratándose de un vuelo Tailandia - Camboya me puedo esperar cualquier cosa.
Al final tras el vuelo llegamos a nuestro destino en Camboya, Siem Reap. Llegamos al aeropuerto muy tarde, a eso de las 10 de la noche y a la salida nos recogió una moto con remolque para llevarnos al hotel.
Los del hotel la (le) habían escrito un saludo a Lucía con hojas de plátano - les faltaba la Z, pero les perdonamos por monos. También nos invitaron a un postre de bienvenida que estaba buenísimo (arroz dulce pegajoso con plátano hecho al vapor en hojas de plátano) Lástima que ese sitio estaba ocupado el resto de los días. La mayoría de los días sólo reservamos un día para ver cómo está el sitio. Éste es de los mejores que hemos estado, una pena que no estuviese libre. Y creo que fueron unos 30€...
Abajo está el reglamento del hotel. Traduzco un par literalmente:
3 - Los residentes que deseen usar la piscina después del horario operativo de copulación lo hacen bajo su propia responsabilidad
4 - Los residentes necesitan tener trajes de baño apropiados
5 - Topless y tomar el sol desnudo están estrictamente prohibidos por la ley camboyana
6 - Bucear está estrictamente prohibido
7 - Los residentes deben mojar su piel antes de nadar
Después de dejar las cosas nos fuimos a dar una vuelta y a tomar una cerveza a la calle de bares de Siem Reap. Estaba todo lleno de occidentales (sólo el par de calles de alrededor). También había puestos de insectos y arañas fritas, pero ya habíamos cenado, así que no las probamos. Esas calles estaban valladas a los lados y rodeadas de policías turísticos (que son distintos de los policías normales y están bastante mejor pagados y, a veces, ¡hasta hablan inglés!).
Y luego, para el hotel. Qué gusto...
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