Monday, May 12, 2014

Angkor Wat 2 - Angkor Tom, Ta Prohm y templitis

El 8 de abril nos despertamos prontísimo, agarramos las tupper que nos habían preparado los del hotel para el desayuno y cogimos las bicicletas con las linternas en la cabeza. Eran como las 5 de la mañana. 

Nos fuimos a ver el amanecer al templo de Angkor Wat, el mismo desde el que habíamos visto el anochecer el día anterior. El templo estaba a unos 45 minutos del hotel. Si alguien se piensa que iba a estar vacío por ser horas tan tempranas, se equivoca. Cuando llegamos había muchísima gente, la mayoría con trípodes en los lugares estratégicos para hacer las fotos. Una feria, vamos. 





Lucía esto de madrugar lo lleva sólo regular, así que yo creo que en la primera hora y media no me dirigió más de 2 frases. Quién necesita hablar ante tanta belleza... Además, no teníamos trípode y los sitios buenos estaban cogidos, así que fotos, pocas y regulares. 

Al menos cuando sacamos los tuppers del desayuno se entretuvo un rato untando la mantequilla en el croissant y como estaba muy concentrada se le quitó la cara de enfurruñada.


Luego ya se desperezó un poco.



Después volvimos a coger la bici y nos fuimos a ver otros templos. Templos había para aburrir. De hecho, al final del día Miguel desarrolló un caso agudo de templitis y tuvimos que abandonar Siem Reap corriendo. 



Realmente es una pena, porque ese día cogí yo también la cámara grande, así que hice muy pocas fotos con la pequeña. Lucía y yo tenemos las cámaras divididas. Ella usa la grande, la réflex, y yo uso la pequeña compacta, que llevo siempre en el bolsillo excepto cuando me estoy duchando. Todas las fotos que pongo yo en el blog son de la cámara pequeña, que es más práctico, aunque como desventaja os quedáis sin ver las fotos bonitas. Ella de vez en cuando pone alguna de su cámara grande si quiere añadir algo. Pero Angkor Wat era tan bonito, que yo quería también coger la cámara grande y hacerle fotos de recuerdo. Y por una vez, me la dejó. Infamia. Y gorda. ¡La coge siempre que quiere! Y además cuando la coge no la suelta. De testigos está el mundo lleno, que le pregunten a cualquiera que haya ido con él de viaje. 

Nuestro primer templo era uno menos conocido (Banteay Kadei), lo que lo hace muy agradable porque no te encuentras con gente cada dos por tres. 


Es curioso que los templos estos siguen siendo sitio de devoción - Aquí nos encontramos una monja budista, que parecía vivir allí. Si te dejabas engatusar, te daba incienso y te enseñaba a ser un buen budista, haciendo toda la parafernalia antes de dejar el incienso frente al altar. 


Los templos están todos semiderruidos, algunos más reconstruidos que otros, muchas veces con dinero de países vecinos (China / India). Camboya es pobre, pobre, y supongo que su dinero les preocupará más usarlo en seguir quitando minas de las que dejaron los jemeres rojos, siendo optimista. No sé cómo será de cara a la conservación, pero en los templos básicamente te dejan meterte por cualquier sitio, que tiene bastante más interés que mirarlo desde fuera. 


Pese a que era menos importante, este templo también tenía su vendedorcillo ambulante, que insistía en que Miguel le comprase una flauta. Estuvieron discutiendo (el chico en camboyano / inglés y Miguel en español) durante unos 10 minutos, yo creo que el chavalín se lo pasó pipa. 


Miguel con los primeros síntomas de templitis aguda. 


El siguiente templo de la lista era mi prefe - Ta Prohm. Está invadido por árboles, y es famoso por haber servido de inspiración para los escenarios del juego de consola / ordenador Tomb Raider (la peli la protagonizó Angelina Jolie y creo que también se filmaron escenas aquí). 








Como hacía mucho calor, nos sentamos en un puestecito al lado de un templo en medio de la nada a tomar algo. Yo empecé a escribir en el iPad y Lucía sacó el móvil, pero se acercaron los niños de la dueña. Al principio sólo miraban con curiosidad lo que estábamos haciendo. Pero después empezaron a trastear por todas partes, y evidentemente se acabo lo de poder escribir tranquilo.



La niña pequeña, que era la que más molaba, descubrió la cámara de fotos del iPad, y le dio por sacar a relucir su lado artístico.






Una vez recuperamos los cacharros electrónicos, proseguimos rápido el camino. A lo tonto nos llevamos como 1h jugando con ellos. La niña pequeña se quedó llorando porque nos íbamos (o más bien, porque el iPad se iba). Y nada, a ver más templos-palacios.

La siguiente parada es otro templo conocido por las caras de buda que tiene talladas por todas partes. Se llama Bayon y forma parte de Angkor Tom, que es la ciudad amurallada antigua. 










Por la noche estábamos cansadísimos de habernos levantado pronto, de la bici y del calor, así que ni ver el anochecer ni leches, nos fuimos a ducharnos y a tomar algo por el centro.

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