Así que en vez de salir pronto, desayunamos tranquilos.
A la puerta del hotel estaban ya esperando las motos con remolque para llevar a los turistas a los templos. Que no a nosotros, que somos turistas pero baja alcurnia.
En Siem Reap se viene a visitar lo más famoso de Camboya, los templos de Angkor Wat. Sin embargo, nosotros cogimos unas bicicletas y nos fuimos primero a ver el mercado de la ciudad - ahora es cuando yo digo que era para hacer deporte, pero claro, a estas alturas ya no me creeréis. Realmente Angkor Wat es uno de los templos, en general se les llama los templos de Angkor. Siem Reap es la ciudad que ha nacido para dar cabida a los turistas. Hay cientos de hoteles, el estándar es muy alto y la competencia reñida, así que es fácil encontrar gangas. Pero volvamos al mercado, que me disipo.
Algunos puestos estaban en el suelo, como en Myanmar.
Pero los más prósperos tenían ya puestecitos elevados. Lo curioso es que los tenderos no están de pié detrás del mostrador, sino sentados encima de la tarima. También cuando eso implica tener las pezuñas justo al lado de los solomillos de cerdo.
En este mercado vimos pollos de pata negra, pero no tuvimos el gusto de probarlos.
Las tenderas jóvenes juegueteaban con los móviles mientras esperaban a que viniesen clientes. Eso es universal en Asia.
Siempre hay detalles que te hacen reconocer que este no es el mercado de la esquina en España:
Cuando el mercado se cierra, los tenderos se van a sus casas. Y las que no tienen puesto propio y se sientan en el suelo dejan ahí toda la basura que les ha sobrado.
También me recordó a Myanmar los puestos donde exprimen zumo de caña. Lo que pasa es que en Camboya están más avanzados y tienen un motorcillo de gasolina para la prensa de estrujar la caña.
En el mismo pueblo había también algún templito local. Bastante parecido a los de Tailandia.
En Tailandia, Camboya y creo que en todos los países de la zona se ve mucho esta flor:
Es el frangipani, símbolo de la longevidad. Parece hecha de pasta de azúcar, pero son de verdad. Algunas veces he visto a mujeres que se las ponen en el pelo.
Luego ya por la tarde, con un calor horroroso nos fuimos pedaleando a ver un poco del complejo de templos de Angkor Wat.
Angkor Wat es uno de los templos-palacios que da nombre al complejo, pero hay muchos más. A nosotros por la tarde sólo nos dio tiempo a ver ése - cada templo es un mundo. Dejamos las bicicletas delante y cruzamos un foso enorme. En la foto de abajo ya nos quedaba menos de un tercio de anchura por cruzar.
Este es uno de los lugares más visitados del sureste asiático, así que vengas a la hora que vengas, no vas a conseguir evitar las multitudes:
Después ya se entra en el recinto. Dentro hay una explanada enorme, con otro complejo dentro. Le dije a Lucía que me hiciese una foto saltando, pero eso de hacer la foto sincronizada con el salto, le salía regular, y mira que lo tenemos entrenado. Al quinto intento yo ya me estaba desesperando de los saltitos, y no era el único. Un chino que había por allí con una cámara que tenía que costar tanto como nuestro coche también estaba hasta la coronilla, así que me hizo una foto al vuelo, y le salió perfecta a la primera. Así que nos pidió nuestra dirección de correo y nos dijo que nos la mandaba cuando llegase de vuelta a China. El chino, la mar de cumplidor, me mandó la foto por correo al cabo de unos 15 días, pero como yo no tenía internet más que a ratos, decidí que era mejor ver la foto tranquilo una vez que hubiese llegado a Alemania y luego contestarle para agradecérselo. Sin embargo, el chino, al ver que yo no contestaba, se pensaba que a lo mejor había habido algún problema con el envío, así que me la reenviaba otra vez. Y otra, y otra. A los 15 días, y a 8 MB por foto, la cantidad de datos en la cuenta de correo iba creciendo a gran velocidad, así que le tuve que escribir al chino que la foto había sido fabulosa, que me había encantado y que la iba a imprimir en un póster en cuanto llegase a Alemania, pero que por favor dejase de bombardearme el correo. A ver si el buen hombre se quedaba tranquilo. Ni qué decir tiene, que todavía no he conseguido abrir la foto. Cuando la vea, si de verdad está bien, la imprimiré y le mandaré una foto mía con el póster, para agradecérselo. La de abajo es la foto que hice yo. Juzguen ustedes mismos. No sé cómo estará la del chino pero yo no la veía tan mal. De desagradecidos está el mundo lleno.
Una vez allí hay que seguir entrando.
Por dentro sigue siendo muy grande, lo bueno de que sea tan grande es que es muy fácil encontrar sitios donde estés solo o casi.
Las paredes de Angkor Wat están talladas, y cuentan las típicas historias de batallas épicas, con mucho detalle y muy bien conservadas.
Por todas partes se veían relieves de mujeres con poca ropa. Para lo liberales que eran entonces, la sociedad camboyana (en general la del sureste asiático) es bastante conservadora en esto del vestir. Pero a Miguel le gustaban.
Los monjes también venían de visita. Y también tenían móviles.
Lucía decía que para lo bajitos que son por aquí, hacían unas escaleras con peldaños muy estrechos - y desgastados - y muy inclinadas. Tardó 10 minutos en bajarlas. iMentira! A mí se me hizo mucho más largo... ¬¬
Después de la puesta de sol, volvimos a por las bicicletas. Y me encontré con que alguien había puesto en la cesta de mi bici una bolsa con un montón de frutas raras. No sé quién sería mi admiradora secreta, porque miré a todos lados pero no vi ninguna joven guapa que me sonriese, pero nos las llevamos al hotel de todas formas.
Y ya nos fuimos a cenar. Ensalada de flor de plátano servida en su hoja. ¡Está buena!
Y un postre a base de leche de coco y plátano. Esto no estaba bueno... ná más que hay que verle la cara.
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