- "¿23 euros? ¡Uff... carísimo! Vámonos de aquí, Miguelito, que esto es para caballeros con el riñón bien cubierto. Muchas gracias por la información, excelentísima señora recepcionista."
- "Espere, ¿ha venido en taxi?"
- "No, he venido andando"
- "Pues precisamente tenemos una oferta para los clientes que llegan andando al hotel por sólo 20 euros"
- "¿Has escuchado Miguelito? ¡Qué suerte la nuestra por venir andando! ¡Pues entonces nos la quedamos, excelentísima señora recepcionista!"
Así que aprovechamos la "oferta" y nos la quedamos, pero por ahorrarnos un par de euros tuvimos que hacer la maleta, transportar las mochilas al hotel de enfrente y emplear 40 minutos. En el Sudeste Asiático hay un equilibrio siempre entre el binomio tiempo-dinero. Si uno está dispuesto a emplear mucho tiempo, pueden conseguirse las cosas por poquísimo dinero, pero si se quieren rápido, hay que pagar.
De todas formas, para Lucía esto es como un deporte y la niña es competitiva a muerte. Abajo la cara de Lucía enfrente del hotel muestra su satisfacción por haber conseguido la "oferta por haber llegado andando al hotel".
Por cierto, en este segundo hotel tenían un altarcito, como en casi todos los sitios (se ven al fondo en la foto de arriba también). Fíjate las ofrendas que le habían puesto por la mañana cuando llegamos.
¡Tacaños! ¡Ya le podían haber puesto al menos algo de mantequilla para untar!
De Phnom Penh queríamos pasar a Vietnam, yendo a Ho Chi Minh, pero resulta que justo en esas fechas era fiesta, así que casi todos los autobuses estaban llenos de gente que iba a sus pueblos y ciudades e origen. Al final conseguimos que los del hotel nos reservasen un autobús Phnom Penh - Ho Chi Minh (en Vietnam). No sé qué narices harían por teléfono, pero resulta que teníamos que ir a recoger los tickets en persona a la otra punta de la ciudad. ¿Y entonces para qué servía haber llamado por teléfono?
Total que nos fuimos para allá en una moto con remolque a coger las entradas.
Y luego, ya que estábamos por la zona, nos fuimos a ver el mercado ruso. El mercado ruso es un mercado del sur de la ciudad en el que en los tiempos interesantes de Camboya (los años 80' - 90') podías comprar desde fusiles de asalto a minas antitanques, pero ya parece una tienda del club Disney donde se venden souvenirs a los turistas.
En cualquier caso nosotros somos turistas, así que compramos algunas cosas jugando al regateo.
La mayoría de los visitantes que viene a Phnom Penh va a ver los campos de exterminio, con pirámides de cristal llenas de calaveras, pero nosotros ya habíamos ido a la prisión, así que no fuimos. Lo dejamos para la próxima vez que vayamos.
En general las camboyanas junto con las de Myanmar me parecieron las chicas más guapas y simpáticas de todo el Sudeste Asiático. Por cierto, en Phnom Penh me ofrecieron un montón de veces chicas y todo tipo de estupefaccientes. Drogas constantemente, y chicas en cuanto andaba 2 metros por delante o por detrás de Lucía.
En general Camboya me gustó mucho y la gente era muy simpática. Tendría que volver otra vez para ver las zonas más apartadas, porque al final sólo hemos visto la zona de los templos de Angkor y la capital.
Por la noche nos fuimos a cenar al Club de los Corresponsales Extranjeros, un sitio bonito con una terraza a la orilla del Mekong.
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