Pero resulta que sólo teníamos 45 minutos para verlo, porque cerraban, así que decidimos volver por la tarde y nos fuimos a dar simplemente una vuelta por la ciudad.
El tío de abajo con el gorrito se ha montado él su propia gasolinera. Ha cogido un barril de gasolina, le ha puesto una bomba encima, una sombrilla y ha puesto un carrito de helados para diversificar. Al lado tiene el compresor para hinchar las ruedas. Un gran negocio en Camboya. La mar de apañada esta gente.
En la foto de abajo quizás se ve mejor. Se ve el mismo equipo, bidón, bomba y sombrilla. También se ve al lado del compresor una palangana con agua. La usan para ver dónde están los pinchazos en las ruedas y poner un parche. Vimos montones de gente con las motos hinchando las ruedas por la calle, no sé que será distinto en Camboya que en Europa no pasa.
Abajo otra moto con remolque de las que son típicas de aquí. Le han puesto un tanque de gasolina extra en el lateral.
Juegos de cartas por la calle.
A pesar de que no sea época de lluvias, hay bastantes puestos de paraguas para protegerse del sol. Los puedes comprar de todos los colores excepto naranjas, que están reservados para los monjes.
Vimos unos templitos pequeños, y ya que no habíamos visto el grande, entramos a ver qué era.
Como ya hemos dicho alguna vez, los templos aquí son un poco de estar por casa. En este había una niña montando en bici con la que estuve jugando al escondite un rato. Mirad qué bien se esconde:
Después de que Lucía meditase un poco, nos fuimos a ver los mercados. Abajo una señora pescadera.
Aunque también hay puestos más lujosos.
Una señora regalando golosinas a una niña que pasaba (véase flores de loto, que son igual de adictivas que los altramuces)
Para mantener los calamares frescos, le ponen lingotes de hielo. Yo sólo los había visto antes en los tebeos del botones Sacarino, pero aquí estaban por todas partes.
La señora de abajo vende morros de cerdo.
En muchos países de por aquí vemos sopas de cabeza de pescado (con la cabeza en el plato, nada de fumets), que parece ser una exquisitez, pero una que no nos hemos atrevido a probar. Viendo tanta sangre tampoco me han entrado ganas.
Ciertos patrones se repiten de post en post, y de país en país
A Miguel le encantaban los bichos estos. Los hemos visto también en Myanmar, aguantan muchísimo tiempo vivos y fuera del agua, tienen que ser anfibios. De vez en cuando salta alguno y se escapa del puesto, y la tendera, fastidiada, se levanta a recogerlo.
Un puesto de delicatessen.
Las salchichas han conquistado el mundo.
La señora de arriba tenía ventilador, la de abajo se conformaba con el abanico.
A los niños del mercado les ponen en una esquina a resolver un puzzle para que se distraigan. Lo que menos cambia de un país a otro son los juegos de los niños.
Comida camboyana prêt-à-porter
Vendiendo fideos a granel. Las hojas de plátano, como son grandes, son practiquísimas.
Los peces al grill con los palitos estaban también por todas partes.
Y en los alrededores del mercado, gente que parece tener todo el tiempo del mundo, pocas cosas que hacer, o las dos cosas.
Estos pescados estaban puestos en una esquina cualquiera a secar:
En Phnom Penh no parecía haber taxis normales. La inmensa mayoría eran motos con remolque, pero también había ciclistas con cesta para pasajeros.
Aunque no sólo eran para pasajeros.
Las calles tenían esta pinta.
El del remolque de abajo se dedicaba a reciclar. Iban el niño con su madre. Cuando veo a niños tan pequeños trabajando me parece muy raro y me da pena, aunque seguro que más a mí que a ellos, que parecen la mar de contentos.
La vendedora ambulante de abajo iba llevando sus bolsas en la bicicleta.
Pimientos secándose bajo el implacable sol camboyano de abril.
Una cosa curiosa era ver en los mercados fajos de dinero falso. Por ejemplo, los 3 montones que están en la primera fila de la foto de abajo son de billetes de 100 dólares americanos. Vamos, supongo que será falso, porque no creo que el vendedor, con el gorrito roto y la bicicleta oxidada al lado tuviese en el mostrador de madera el equivalente a medio millón de euros para cambiar.
Lo de abajo me entretuvo absorto un buen rato. Es un puesto donde venden hielo. Para gente que pasa y también para los puestos del mercado. El de abajo quería media barra de hielo y se la cortaron con un serrucho en el momento. La mayor parte del hielo la trituran y la meten en sacos.
Además pasamos por ahí cuando estaban descargando las barras de hielo del camión con el invento de abajo.
Un vídeo para apreciar la maniobra.
Un puesto de pescado seco.
... Y otro de flores para compensar. Como se ve, las orquídeas son aquí como nuestros claveles.
Nos tomamos un zumo de caña, y de nuevo se notaba que Camboya era avanzadísima comparada con Myanmar. La máquina con motor y brillante.
Tenderos jugando mientras esperan a los clientes.
Lucía se compró abalorios de un puesto en el que el señor juraba y perjuraba que aquello era plata purísima recién sacada de las minas de Camboya. A Lucía le gustaba eso de regatear y charlotear con el buen hombre, que sacaba la calculadora, pesaba la cadena y nos ponía el precio de la plata en onzas y demás, enseñando todo el rato números en la calculadora, que conforme mostrábamos nuestro desinterés iban bajando de precio. Al final se llevó un par. El señor gesticulaba un montón y aseguraba que nos hacía precios de amigos y que él con eso ya no estaba ganando nada, pero lo cierto es que cuando nos dio la bolsa parecía la mar de contento y hasta estuvo charlando con nosotros de otras cosas, así que no creo que perdiese mucho con la venta.
Después decidimos ir a ver una prisión de los jémeres rojos, y como estaba un poco lejos cogimos una motillo con remolque. Lección de historia de tita Lü: en 1975 los jémeres rojos ascendieron al poder en Camboya, en principio con mucho apoyo popular porque echaban a un tirano anterior. Nada más llegar, decretaron que todo el mundo abandonase las ciudades y volviese a lo que de verdad era bueno y sano, que era la vida rural. Phnom Penh se evacuó en los 3 días siguientes. Los colegios y los templos eran sitios de educación o cultivación espiritual, y como tales, se prohibieron. Llevar gafas era malísimo porque eras un intelectual, si hablabas idiomas lo más probable es que no durases mucho. A la gente de las ciudades los llevaron a campos de reeducación, en los que cultivaban la tierra y aprendían a vivir como campesinos de verdad. De paso los mataban de hambre y de otras formas menos sutiles. En los 4 años que duraron hasta que les echaron los vietnamitas, se cargaron a un par de millones. Los que sois mayorcitos supongo que os acordaréis más. A mí me parece increíble que siguieran pasando estas cosas en 1975. Me compré y leí un libro ("Primero mataron a mi padre"), de una superviviente que narra su vida en esos años - desde que la echaron de Phnom Pehn hasta la liberación. Muy duro, pero instructivo.
Llegamos a la prisión conocida como S21. Durante el régimen de los jémeres rojos pasaron por ahí unos cuantos miles de personas y sólo 7 salieron con vida.
Abajo el cartelito con las normas de la prisión a la entrada.
Una traducción libre:
1. Debes responder adecuadamente a mis preguntas - No las rechaces.
2. No intentes esconder los hechos pretendiendo que esto y aquello. Está estrictamente prohibido poner en duda mi autoridad.
3. No seas estúpido, eres un tonto que se atreve a poner en peligro la revolución.
4. Tienes que responder inmediatamente a mis preguntas sin malgastar tiempo en reflexionar.
5. No me cuentes monsergas de tu inmoralidad o de la esencia de la revolución.
6. Mientras recibes latigazos o eres electrocutado, no puedes gritar en absoluto.
7. No hagas nada, quédate quieto sentado y espera a mis órdenes. Si no hay ninguna orden, no te muevas. Cuando te pida que hagas algo, debes hacerlo inmediatamente sin discutir.
8. No pongas excusas sobre Kampuchea Krom para esconder tu secreto o tu traición - Ya no me acuerdo de lo que era lo de Kampuchea Krom. Kampuchea Krom era parte Vietnam - la zona del delta del Mekong.
9. Si no sigues las reglas anteriores recibirás muchos azotes de cable eléctrico.
10. Si desobecedes algún punto de mis reglas recibirás 10 latigazos o 5 descargas eléctricas.
Básicamente se trataba de torturar a todos los presos hasta que diesen una confesión a medida del interrogador, que quería que dijeses que eras de la CIA o el FBI. Instituciones que por supuesto, la mayoría de los interrogados no conocía. Había mucho preso político, además de toda su familia y círculo de conocidos, que eran también abducidos con intención profiláctica, no se fueran a vengar.
El tío de la foto de abajo estaba por allí y es uno de los 7 que sobrevivieron, porque resulta que era mecánico y sabía arreglar las máquinas de escribir.
Lucía culturizándose.
Lo de abajo son las normas modernas para los visitantes de la prisión, que también tienen tela. Había carteles por todas partes de que estaba prohibido reír.
Y abajo:
"Atención. Todos los visitantes nacionales e internacionales que visiten el museo del genocidio de Tuol Sleng deben respectar las siguientes reglas internas:
- Por favor guarde silencio, no haga ruido o se ría.
- Por favor siéntese de manera apropiada.
- Por favor esté concentrado espiritualmente y físicamente para guardar respecto a las almas de las víctimas que murieron injustamente en este lugar"
Después nos fuimos a tomar unas cervezas, que en este país las ponen siempre con hielo. A mí me daba lo mismo, pero Lucía despotricaba y se dedicaba a pescar con los dedos los hielos del vaso cada vez que nos las traían.
Por la tarde nos fuimos a ver el Palacio Real. Por una vez, cogimos un guía que nos contase algo y un francés que venía solo se vino con nosotros a hacer la visita.
Según nos contaba el guía, el rey actual, que ahora tiene unos 65 años de edad, ni siquiera había querido reinar nunca. Lo que le molaba era calzarse unos leotardos ajustados y un tutú y bailar. Y tenía que ser bueno, porque bailaba en la ópera de París. También era políglota y hablaba más de 10 idiomas. Pero resulta que ya bastante mayorcito, le dijeron que se volviese a Tailandia y dejase de mariposear por Europa, que le tocaba reinar, porque se había muerto el anterior. Por lo visto no le quedó otro remedio y tuvo que volver, pero probablemente porque no le interesaba mucho el poder, lo tuvo que hacer bastante bien, así que la gente le tenía muchísimo cariño. Aunque a muchos le apenaba un poco el que no parecía demasiado interesado en tener descendencia o en casarse. En un momento el guía miró para todos los lados, vió que no había otros guías cerca y nos dijo en voz muy bajita y haciendo muchos aspavientos que es que le gustaban más los hombres, pero que teníamos que guardar el secreto.
El edificio de abajo es un regalo de los franceses que guardan dentro del complejo del palacio. Ahora estaba en obras. Resulta que los franceses se lo habían regalado primero a los somalíes, pero la relación no tuvo que fructificar demasiado, así que los franceses se lo pidieron de vuelta, lo desmontaron en Somalia y lo volvieron a montar en Camboya.
Otras partes del Palacio Real.
La torre de abajo es una tumba para cuando se muera el rey actual. Por lo visto hay montones de dibujitos y se tarda mucho en hacerla. Si esperasen a hacerla a cuando el rey se muriese, habría muy poco tiempo para que estuviese lista para el entierro. Los camboyanos tienen un dicho: "Tarea hecha, no corre prisa", así que ya van avanzando. Yo afirmo que esto Miguel se lo ha inventado, y que realmente es la tumba del rey anterior (Sihanouk) que murió hace un par de años, y al que todo el mundo le tenía cariño porque, según ellos, fue el que consiguió que Vietnam echase a los jémeres de Camboya (Nota B - el señor Sihanouk también se alió durante un tiempo con los jémeres para echar a otro jefecillo anterior, pero como siempre en estas cosas, todo depende de dónde estés)
Más partes del Palacio.
Y una última foto del Palacio Real desde fuera (sí, ya sé que son muchas).
Los camboyanos de Phnom Penh son la mar de sociables y por las tardes se van a pasear por los parques y el paseo de al lado del río.
De camino nos encontramos con una estampa curiosa: un niño, postrado rezando delante de un monje, que posteriormente le dio su bendición y siguió andando como si tal cosa.
Había grupos haciendo danza-aeróbic en el paseo al lado del río, y Lucía le echaba más ganas que la media.
El paseo del río Mekong estaba lleno de gente, comiendo, bebiendo, jugando, paseando...
Esto es como la comida a domicilio de allí.
Por la noche nos fuimos a cenar a un mercado. Primero pensamos en cenar en la zona de alfombras, pero a mí me parece eso incomodísimo. Y la de cosas maravillosas que me habré quedado sin probar por eso...
Así que convencí a Lucía para ir a un puesto normal. Los taburetes de plástico de la guardería no es que fuesen mucho más cómodos, pero algo mejor sí que eran.
Por la noche aprovechamos que era la "happy hour" = "hora feliz" en un barecillo muy pequeño cercano al hotel para tomarnos algo y era bastante barato. Después de tomárnos unos cóckteles ya había pasado la hora de la oferta e iba a pagar, pero la dueña, que era monilla, me dijo "I will stay happy for you", que viene a ser literalmente "Me quedaré feliz para ti". A mí me hizo tanta gracia que nos tomamos otra ronda (al precio de la hora barata).
¡Y a dormir!
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