Así que nos levantamos algo más tarde y desayunamos tranquilos antes de ir al mercado. En cualquier caso el objetivo era llegar antes de las 9, porque nuestro guía Ye Linn ya nos había contado que a partir de esa hora ya se había acabado el jaleo de verdad, que es lo que me gusta a mí.
Esto no sé si son frutos secos o judías. Son judías, las hay de muchísimas clases. A pesar de haber tantas creo que no comimos nada en Myanmar donde las viese tal cual, así que no sé excactamente cómo las usan.
También hay siempre puestos que son sólo de chile en todas sus variantes.
Estábamos en época de vacaciones, así que muchos vendedores son niños, a los que esto del mercado parece no divertirles mucho.
Puesto donde venden aceite a granel. Cada uno trae su botella de plástico para que se la rellenen.
Por las mañanas los monjes inician su ronda de pedir. El guía del trekking ya nos había explicado que todos los birmanos son monjes cómo mínimo una vez en la vida. La primera vez lo suelen hacer de niños, entre 8 y 12 años. Él decía que sólo había durado una semana, porque él veía que allí se comía muy poco. Los monjes se levantan a eso de las 5 - 5:30 de la mañana a rezar, desayunan a eso de las 6 y luego se van con sus cuencos a pasarse por las casas y los puestos de los mercados y que les den cosas. Desde dinero, fruta, coca-cola, bollos... Luego se reúnen todos con lo que les hayan dado y a comer. Y ahí a comer todo lo que puedan, porque después de las 11 - 11:30 ya no se come en el resto del día. Nuestro guía debió de sorprenderse viendo que allí no había ni merienda, ni cena, ni nada, y como vió que al cabo de una semana esto seguía igual, pues decidió que ya le valía y que no necesitaba purificar más su alma. Las túnicas de las niñas son rosas en vez de rojas u ocres. Las monjas no tienen la misma consideración que los hombres. A un monje se le cede el asiento, se le regalan muchas cosas y en general se le trata con mucho respeto. En Bagán vimos a un hombre que estaba con su familia de vacaciones que se desvivía en un restaurante por hacerle al monje la comida más agradable (le ponía los platos más cerca, le enfriaba la comida, le llenaba el vaso...). El monje le ignoraba, supongo que es parte del proceso. Pero la igualdad de sexos parece que tampoco ha llegado al budismo. Además el color de las túnicas no mola ni la mitad.
Abajo se ve como las monjitas ya han engatusado a una vendedora para que les done un puñado de judías.
Más fotos del mercado. Je, esos lunares... desde luego no me pierdo. Las cosas esas de abajo no logramos averiguar lo que eran - que pena no saber birmano-, olían como a una mezcla de hígado y pescado pasado (horrible). Estaban por todas partes.
El caos de un mercado birmano - había que pelearse por un pedacito de suelo.
El móvil ha llegado a Myanmar:
La sección de flores del mercado. Las siemprevivas son muy populares, aguantan más en el templo así que te ganas el favor divino por más tiempo.
Una "delicatessen" local, orugas del grosor de un dedo muy gordo. Estuvimos mirándolas mucho tiempo porque no sabíamos si eran bichos o no, hasta que les vimos las patitas y los ojitos... no es país para vegetarianos.
Abajo una clienta comprobado si están bien blanditas.
En ese mercado Lucía perdió las gafas de sol. Ya tocaba, porque en bastantes de nuestros viajes nos ha pasado lo mismo. Yo perdí unas en una cascada en Yosemite, California y Lucía otras en Nueva Zelanda.
Los canales estaban abarrotados de las barcas de la gente que había venido de otros pueblos a vender sus productos.
Casi todo el mundo ya había descargado, pero había algún retrasado.
Éste que va arrastrando el carro venía del mercado y tenía que haber hecho la compra para un par de meses por lo menos.
Las señoras más burguesas, después de hacer la compra se cogían un taxi local = bici con sidecar para volver a casa sin que les pesase.
En ese mismo mercado le dejé mi pantalón a una costurera que me lo cosió y le puso un botón en u momento. La señora ver, no veía muy bien, pero hizo un buen remiendo. Tenía un par de chicas al lado que le ensartaban las agujas.
Y realmente no hicimos mucho más. Ese día fue bastante relajado. Realmente nuestro plan era haber ido después a Mrauk U, que es un conjunto de templos como el de Bagán pero sin turistas, que está en la parte oeste del país, de mayoría musulmana. Es todavía zona de conflictos y de guerrilla y el acceso por carretera está cerrado a los extranjeros, pero se puede acceder con avión o en barco. En la ciudad que hace de punto de acceso hay un campamento de refugiados de la minoría musulmana de Birmania (rohinga) y justo el 1 de marzo habían abducido a unas 40-50 personas, muchos niños. Un grupo de personas encontró cabezas de los desaparecidos flotando en tanques. Salió en la prensa internacional, por supuesto el gobierno de aquí lo negó - la discriminación alos musulmanes parece estar bastante interiorizada. A Lucía eso le había puesto algo nerviosa, y además, no encontramos a ningún otro viajero en el camino que hubiese ido o fuese a ir allí (lo cual no sabemos si es un buen o un mal signo). Lo cierto es que a todos los que preguntamos de allí nos dijeron que para nosotros no iba a ser ningún problema, y lo creo. A posteriori a lo mejor pienso que tendríamos que haber ido, en su momento nos daba pereza el viaje hasta allí, y viendo fotos no nos parecieron los templos tan diferentes. Y en Bagán habíamos tenido tiempo para aburrirnos de templos, así que decidimos saltarnos Mrauk U. Hubiese sido lo más exótico y remoto de todo el viaje, pero hubiese significado también emplear al menos un día sólo en ir y otro sólo para volver.
Teníamos que estar en el hotel a eso de las 5 de la tarde para que nos llevasen a la estación de autobuses del pueblo, que estaba algo en las afueras. El autobús nocturno salía a eso de las 6, así que teníamos margen. Con una media hora de retraso, por fin llegó la furgoneta que venía a recogernos al hotel. Había recogido antes a otros occidentales. Así que cargamos las mochilas, nos montamos y esperamos a que arrancase. Y esperamos. Y seguimos esperando a que arrancase. Bueno, aquello parecía que no arrancaba. Nada, nos bajamos. El conductor abriendo el compartimento del motor, curiosos mirando, el conductor llamando a la central...
Lucía y otra extranjera que viajaba con nosotros (y a la que ya la habían cancelado el vuelo de por la mañana a Yangón por problemas técnicos) estaban la mar de nerviosos, (si no cogíamos el autobús nocturno a Yangón, no podríamos llegar a tiempo para coger el vuelo a Singapur) pero el conductor estaba en su salsa y sólo le entendíamos: "No problem". Se le veía la mar de tranquilo. A las 6:15 vino al final otro vehículo a recogernos y el conductor, intentando recuperar tiempo, iba como Carlos Sáinz en las curvas conduciendo hasta la estación de autobuses. Otra pareja de alemanes que iban con nosotros en la furgoneta iban acojonados, se agarraban y le decían al conductor que fuese despacio, que mejor llegar tarde que no llegar. El conductor, por supuesto sólo hablaba birmano, y adelantaba a los demás coches/carromatos por la izquierda, por la derecha, en curva o en recta según le viniese mejor. Al final llegamos media hora tarde, pero el autobús nocturno tenía que estar acostumbrado y nos había esperado a nosotros.
Así que nos montamos en el autobús y a dormir hasta Yangón, con los cánticos religiosos budistas como nana. Nada que no se solucione con un buen par de tapones.
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