Miguel: "Son 5 kg menos que ir arrastrando los siguientes 2 meses. Así podemos andar más, escalar más montañas e ir a sitios más remotos. Merece la pena."
Lucía: "Son 5 kg más de cosas que podemos comprar en los siguientes 2 meses porque sólo podemos traernos 20 kg de equipaje en el vuelo de vuelta a Europa. Merece la pena."
Así que los dos llegamos a la misma decisión y mandamos el paquete. No he vuelto a saber nada del paquete desde entonces, porque el par de veces que he intentado ir a la página web de correos de Singapur para introducir el número de seguimiento, me han dicho siempre que en ese momento había muchas peticiones y que lo intentase más tarde. Ya veremos a ver si llega algo o no.
Luego ya nos fuimos a recorrer la ciudad. Había muchos puestos callejeros en los que vendían pato en diferentes modalidades. Aquí el menú de uno de los puestos describiendo los platos: cuellos, cabezas, estómagos, alitas, corazones, columna vertebral, lenguas y pies. Por si a alguno no le gustaba el pato tenían algunos extras: pies de pollo, rabo y lengua de cerdo.
Lo de abajo es lo que cuelgan para atraer a los clientes en un puesto de pollos.
Los edificios coloniales eran bonitos. Ahora muchos son hoteles o edificios oficiales.
Yo tenía el antojo de ir a un parque, imaginando que habría muchas plantas tropicales, pero entre que la mayor parte estaba vallado y que tuvimos un aguacero tropical entre medias, no tuvo mucho éxito. Realmente, el parque se llama Fort Canning Park - el parque del fuerte Canning. Estaba encima de una colina, la única de todo Singapur. Y diluviaba. Pero a Miguel lo de los parque es que le puede, por mucho que realmente sea un fuerte, así que, después de tener que repetir el ascenso dos veces porque diluviaba, llegamos arriba para ver... ¡un muro y un cañón! Apasionante. Ese día no nos duchamos, eso sí.
Después fuimos al distrito financiero. La mayor parte de los rascacielos eran de bancos. Se ve que ese negocio funciona en todos los países la mar de bien.
Fuimos a comer a una galería de puestos de comida alrededor del barrio chino. Singapur tiene fama de que se come muy bien, los puestos callejeros tienen mucha fama y la verdad es que hay muchísimos. No comimos mal, pero como el 75% de la población es china, es el tipo de cocina mayoritaria (también hay bastante hindú / musulmán). La comida china que he probado hasta ahora a veces tiene texturas gelatinosas y un final dulzón, así que por mucho que la pongan muy bien no es la que más me ha gustado. Aunque aquí tomé una cosa muy sencilla y buenísima: ¡arroz con pollo! El pollo lo hacen al vapor y se deshace, y el arroz está hecho con el jugo que suelta el pollo. ¡Muy bueno!
Y ésta es la pinta por dentro de una pagoda de la zona. ¡A mí de esta pagoda me echaron! Se ve que con mis pintas sexys (ver foto más arriba) era toda una tentación para los monjes devotos.
Como no me dejaban entrar hice fotos del jarrón enorme donde ponen el incienso, que está fuera:
Estaban rezando. Me quedé como 5 minutos y era todo el rato exactamente igual.
Los chinos hacen vida dentro de su comunidad, y en las plazas se juntaban los chinos jubilados a pasar el rato. Esto era como las damas.
El barrio chino visto desde debajo del paraguas que nos tuvimos que comprar.
Cuando ves los farolillos sabes que has llegado a China Town. Me encantan los de fusión chino - lucha libre mexicana.
En el barrio indio, los templos son distintos (Apunte pejiguera de tita Lu: este templo no está en el barrio indio, sino en China Town - de hecho es el templo indio más importante de Singapur, y es la atracción más visitada de China Town, lo cual tiene su gracia). Dentro tampoco puedes entrar con zapatos, pero que los hombres estén desnudos de cintura para arriba no es ningún problema. ¡Aquí sí que me dejaron entrar! Se ve que les cautivé con mis lunares, que hacían juego con la fachada del templo.
Éste es el frontal ampliado. ¿Barrocos los hindúes? ¡¡¡Nooooo!!!
Un templito en una calle estrecha. A primera vista parece una caseta de perro, pero tiene los palitos-vela (en otras culturas llamado incienso) y una piña de ofrenda.
Éste era uno más currao en una zona más pudiente. Tengo la impresión de que mezcla un par de religiones, pero bueno, es Singapur.
En esta calle estrecha, tienen las tuberías de la casa por fuera. También tienen puertas que dan a la calle, pero a 5 metros de altura.
En la foto de abajo aparecen en primer plano casas coloniales, con los soportales, y al fondo los edificios altos del distrito financiero.
Por la tarde fuimos a ver la zona tipo las Vegas. El complejo es impresionante, la zona baja es un mega centro comercial de lujo, o más bien de todo porque es enorme. Aquí es donde se vienen los chinos con dinero a pasar el finde y gastarse el sueldo. Me dio un poco la impresión de ser el Nueva York asiático. El resto es hotel y casino - en el casino al final no entramos porque había que dejar las mochilas, hacer cola y enseñar el pasaporte y nos dio pereza (lo de enseñar el pasaporte es porque los singapurenses no pueden entrar). Arriba del todo hay una terraza / piscina con bar. Pensamos en ir peeeeero no cumplíamos las normas de etiqueta. No lo entiendo, con mi elegancia natural... Todo el complejo de Marina Bay Sands se siente un poco como Disneyworld, más fuera de lugar sobre todo si vienes de Myanmar. La verdad es que me parecería raro tener uno de éstos en España.
Y por la noche otra vez a cenar a la "Bahía de los Glotones". ¡Lo que se ve en primer plano es tortilla de ostras! Eso sí que lo recomiendo. A la izquierda un murtabak de pollo, una especie de masa brie muy fina rellena de pollo picado especiado, buenísimo - creo que es de origen indio... Tiene un aire a pastela pero me cansa menos porque no es dulce.
Volvimos a casa andando, y vimos cómo hacen los de Singapur para tenerlo todo tan limpio. Lo primero no ensuciar, pero si acaso se ensucia, limpiar todo a conciencia. Abajo han delimitado un trozo de escalera y van limpiando los escalones de uno en uno a mano.
En general tienen aquí una división de tareas según la raza. Los chinos están en el escalón más alto y se dedican a los negocios y al comercio. Los que limpian y hacen recados suelen parecer de Bangladesh o Pakistán.
Como curiosidad, en el hotel en el que nos quedamos tenían dos prohibiciones en las habitaciones. Fumar y comer durian . Los durian son una fruta de todo el Sudeste asiático que es como una especie de sandía con pinchos que crece en los árboles. Está muy buena, pero es increíblemente apestosa. Hueles un puesto callejero mucho antes de verlo.
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