Friday, April 25, 2014

De Taman Negara a las Perhentian

El 24 de marzo nos despertamos después de haber dormido estupendamente en nuestro hotel de verdad. Cuando seamos mayores y seamos ricos estaría bien dormir en sitios de esos. Teníamos que coger un autobús bastante pronto que nos llevase a las islas Perhentian, así que salimos del bungalow a eso de las 6 de la mañana con las mochilas para ver si nos daba tiempo a desayunar.

De camino al restaurante, ¿qué era eso?


¡Parecía demasiado grande para ser un perro! Y se parecía a un cerdo, pero era más grande y de otros colores. También tenía una mini-trompa.


Es curioso que nos pasemos 36h en la selva sin ver nada que respire, y que de repente nos encontremos con un bicho de éstos en los jardines del hotel. El misterio se resolvió poco después cuando, mientras desayunábamos, vimos como los empleados del hotel le daban las mondas de nuestra naranja al tapir. Por cierto, la central del parque estaba en el hotel, y por supuesto había carteles de "no alimentar a los animales"... se ve que como casi todos estos carteles por el sureste asiático, sólo son aplicables para los extranjeros. 

Después de desayunar, cogimos el autobús. Sólo que como no éramos tantos los que íbamos en ese trayecto directo de la selva a la playa, en vez de autobús resultó ser una furgonetilla. 

Tras unas cuantas horas de baches y adelantamientos imposibles llegamos al puerto. Los barcos de pescadores estaban todos pintados de colores chillones y era la mar de fotogénico, pero no tenía la cámara a mano, así que tendréis que creerme.

Ahí tocaba coger una lancha rápida para ir a las Perhentian. Nos metimos unos 12 extranjeros en la lancha. Lucía y yo nos pusimos delante, pero el capitán le dijo a Lucía con gestos que se pusiera mejor atrás. Teniendo en cuenta cómo sería el trayecto, yo creo que fue porque me vió que yo tenía el culo más gordo, digo el centro de gravedad más bajo, y así sería más estable. Tras una frase que ninguno de los pasajeros supimos interpretar en su verdadero significado - "Hoy la mar está un poco choppy", salimos del puerto. 

El vídeo de abajo intenta capturar los primeros momentos de cómo se siente en una lancha rápida cuando la mar está un poco "choppy". 



Cuando aquello empezó a botar de verdad, por supuesto dejé la cámara y me agarré con las dos manos al asiento. Aquello más que una lancha rápida, era una planeadora como las de contrabando con la que Sito Miñanca se hubiese muerto de envidia. Lo único bueno de ir adelante era que al menos podía predecir cuando iba a tocar un bote de los "rompeculos". Los peores eran cuando botábamos 2 veces en la parte de arriba de 2 olas consecutivas y el tercero tocaba en el valle de la ola al comienzo de la fase ascendente. Después vimos que desaconsejaban a personas con problemas de espalda montarse en lanchas de éstas. Desde luego, hay que ver lo resistente que es la fibra de vidreo. Me dejó impresionada. Había un matrimonio de españoles en el barco, el marido iba al lado mía y no dejaba de decirme cosas como "no te preocupes, el que lo lleva parece bastante tranquilo" o "bueno, al menos hay bastantes barcos cerca"... 

Las Perhentian son 2 islas, una grande y otra más pequeña, a unos 45 minutos en lancha (muy) rápida de la costa. La lancha iba primero a la pequeña y luego a la grande a dejar a los pasajeros. Nosotros no habíamos reservado en ningún sitio, así que en principio nos daba lo mismo ir a una que a la otra, pero ante la perspectiva de volver a pasar otro rato más con la mar "choppy" y muy posíblemente no poder sentarnos en una semana, decidimos sobre la marcha que casi mejor nos bajábamos en la isla pequeña.

Lo cierto es que la isla se veía como de póster.


Y un poco más de cerca.



Estuvimos mirando un rato por los alojamientos de ese lado de la isla y como no encontramos nada que nos convenciese (i.e. que tuviesen un baño lo suficientemente limpio para Lucía, etc...) nos fuimos con las mochilas al otro lado de la isla. El otro lado estaba a 10 minutos, así que tampoco era mucho. Ese lado tenía muchos menos chiringuitos para cenar y había algo más de viento, pero a cambio estaba más tranquilo. Al final encontramos una cabaña a la que Lucía le dio luz verde. Lo mejor eran las vistas de la terraza.



Lo más parecido que había visto hasta entonces a los anuncios de la tele.

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