Wednesday, April 9, 2014

De Myanmar a Singapur - O el viaje en el tiempo

El 17 de marzo fue nuestro último día en Myanmar. Llegamos a la estación de autobuses de Yangón por la mañana y teníamos que ir al aeropuerto en taxi. Creo que ya lo he dicho otras veces. En Tailandia los taxis tienen taxímetro, pero con los extranjeros prefieren no usarlo para convenir un precio bastante más elevado. En Myanmar no tienen taxímetro directamente, así que hay que discutir el precio por adelantado.

Para encontrar el taxi que nos llevase utilizamos la que ya se ha convertido en nuestra estragia estándar de negociación. A alguno de los conductores que te acosan nada más bajar del autobús le preguntas que cuánto te costaría el trayecto. Él te dirá un precio, por ejemplo 3 €. Le dirás que es demasiado, y te empiezas a ir. Él te dirá que te hace un precio especial, por ser tú, de por ejemplo 2 €. (todo mientras te repite "lucky money, lucky money" - dinero con suerte - "bueno para tí, y bueno para mí"). No le haces caso y sigues. Puede que luego él baje otra vez el precio mientras te estás alejando, por ejemplo 1.75 €. Hay que recordar el último precio que te dijo antes de irte definitivamente.  A continuación, te vas a otro conductor/vendedor que esté todavía "fresco", esto es, que no haya visto las negociaciones anteriores. Y antes de que le dé tiempo a abrir la boca, le sueltas tu oferta, por ejemplo 1.5 €, un 20 - 25% inferior al último precio que te ofrecieron antes de alejarte definitivamente. En un montón de casos, aceptan directamente. El truco para descubrir cuáles son sus precios es rechazar un par de ofertas anteriormente, para ver qué precios ofrecen cuando ven que te vas de verdad. Se tarda un poco más, pero acaba siendo divertido. 

Llegamos al aeropuerto y Lucía vio que los precios por los desayunos eran prácticamente occidentales y la comida lo prentendía, sólo que los pasteles eran más pequeños y parecían de plástico. A mí por un café y un bollo me habría dado igual, (ya estamos...lo que tengo que aguantar del castellano rata éste...) pero Lucía me arrastró al parking y le preguntó a un taxista que allí dónde se comía de verdad, porque dentro del aeropuerto no había ni un sólo birmano comiendo. Fuimos a dónde nos indicó, cruzando la calle justo enfrente del aeropuerto, y allí estaba la montonera de gente con sus desayunos tradicionales. Así que desayunamos la mar de barato, pero eso sí, nada de café de verdad y bollos, sino lo que había allí, sopas densas con huevo, arroz frito, y muchas cosas que nunca sabremos lo que eran. Menos mal que al menos tienen el té negro bien cargado de leche condensada.

En el aeropuerto me fijé y resulta que los monjes budistas con las túnicas hacen el check-in y el control de pasaportes en la zona diplomática. No está mal. 

En el baño del aeropuerto en la zona internacional había servicio premium. Un caballero estaba sentado en una silla vigilando, observaba detalladamente mientras yo meaba a 2 metros de distancia suya, cuando yo terminé me abrió el grifo y luego le dió al botón del secador de mano por mí. Supongo que a los monjes, que tienen estatus diplomático, se la sujetará y todo.  

Y ya luego sólo quedaba subirse al avión. ¡Y Myanmar se terminó! 

Y si pienso un poco, todavía faltarían un montón de cosas que describir, los niños que venden botellas de Coca-Cola rellenas de gasolina en los lados de la carretera, los comerciantes que restriegan los billetes que les acabas de entregar por toda la tienda, porque dicen que les trae suerte...

Nos ha encantado - aparte de por el viaje en el tiempo, es chulísimo ver cómo viven esta gente.  Es súper seguro, la gente muy amable aunque no suelen tener ni idea de lo que les estás diciendo o lo que quieres, ya no sólo por el idioma sino porque ni siquiera entienden qué podrías tú, occidental, querer ver en un país pobre como éste. Es cierto que es más difícil viajar, y que siempre tendrás la incertidumbre de si habrá papel higiénico en el hotel / albergue - que es una cuestión muy seria si te gusta probar de todo como a mí, con el consiguiente riesgo de intoxicación alimentaria -  pero todo esto es parte del encanto. Además, muchas de las cosas de la que nos habían advertido ya no son aplicables. Hemos tenido internet en más de la mitad de los sitios en los que hemos dormido (vale, un poco lento), en algunos sitios teníamos también agua caliente, y el transporte en autobús es bastante cómodo y te lleva a todas partes (bueno, los cánticos religiosos te acaban afectando...). Pero vamos, recomendable al 100%. Yo creo que la próxima vez intentaríamos incluso irnos a sitios más remotos y más por nuestra cuenta (más excursiones o más coger bicicletas), porque es cuando ves cómo vive la gran mayoría de la población. Sólo que la próxima vez seguro que ya no está así. ¡Así que corriendo para acá!

Lucía me dice muchas veces que soy pesadííííííííííííísimo con esto de los post (no sé qué tal llevaréis vosotros lo de los baños...o las motos...). Así que ahora que salimos de Birmania intentaré escribir menos y sobre todo poner muchas menos fotos... A ver si me sale. Como ventaja a ver si así los escribo más rápido.

En el avión tocaba rellenar los formularios de inmigración de Singapur. En rojo ponía: "Aviso: bajo la ley de Singapur hay pena de muerte para los traficantes de drogas".
Ya nos habían advertido de que la ley es severa en Singapur... te ponen multas por un montón de cosas - por ejemplo, cruzar la calle por un sitio que no sea paso de peatones, o comer / beber en el metro, y no son precisamente pequeñas. Lo cierto es que a base de multas tienen la ciudad impecable y muy segura. 


Cuando el avión se acercaba a la isla de Singapur (Singapur es una isla y está únida al continente en Malasia por un puente) se veían un montón de barcos esperando para cargar y descargar mercancías.


Una vez aterrizar, el cambio de pasar de Myanmar a Singapur es brutal. Singapur es ultramoderno. Mucho más que Europa o USA. Todo está limpísimo. Sólo lo puedo comparar con Tokio. Y el hecho de que el inglés sea idioma oficial hace que todo sea facilísimo. ¡Entiendes lo que pone en los carteles! ¡Y todo el mundo sabe hablar inglés! Y sobre todo... ¡el agua es POTABLE! ¡¡¡¡Nada de tener que buscar la botella de agua mineral para enjuagar el cepillo de dientes!!!!

Después de dejar las cosas en el hotel, nos fuimos a dar una vuelta y a cenar. Lucía había descubierto en el mapa una zona de comidas que se llamaba "La bahía de los glotones", y la tenía ya marcada como sitio obligatorio de visita con círculo doble, subrayado y en fosforescente, así que fuimos allí.

Son un montón de puestos/chiringuitos juntos con comida asiática de muchos tipos distintos. Nosotros nos pedimos unos cangrejos enormes en salsa roja (red chili crab o cangrejo rojo en salsa de chile, plato típico de Singapur) . Al principio yo tenía un poco de miedo, porque no sabía cómo comer aquello de forma digna. Lucía decidió inmediatamente que es que no tiene sentido intentar comer cangrejos de forma digna, así que se puso a morder, hacer crujir las patas y chuperretear por todos los lados. Yo dudé un poco y miré mucho alrededor, pero nadie parecía muy sorprendido, así que me uní a la tarea. Están buenos, pero la salsa acaba empalagando un poco. Es con base de huevo, como muchas cosas chinas, así que tiene textura algo gelatinosa. La verdad es que saben más las patas rusas que comemos en Cádiz. Este es el cangrejo, te lo dan en trozos (perdón por la foto, tenía hambre y estaba oscuro)




Lo mejor de allí es que estaba justo en la bahía del centro de Singapur, y por la noche las vistas eran espectaculares. Lo de abajo es un complejo hotelero tipo Las Vegas, propiedad del Adelson, el que quería montar algo en Madrid. No te cuento el contraste entre Yangón y esto. ¡Y tan cerca! ¡A un par de horas de avión!  


Y a la derecha los edificios del distrito financiero.


Y después de unas batidos de frutas, (o shakes), a la cama.

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