Tuesday, April 29, 2014

Viaje a Ko Lipe

El 28 de marzo cogimos el ferry en Penang por la mañana. Para hacer el viaje más ameno, con el peculiar sentido del humor malayo, pusieron la película "El capitán Philips". La peli va de un barco que es asaltado por piratas y secuestran a la tripulación. Parece ser que solo tienen 3 DVDs, "El capitán Philips", "Titanic" y "La Tormenta Perfecta", y van poniendo una cada día.

El ferry iba a la isla de Langkawi, todavía en territorio de Malasia. Langkawi es bastante parecido a Mallorca, todo orientado al turismo y muy occidentalizado. Realmente sólo vimos la terminal del ferry, que es como el Duty Free de un aeropuerto de provincias. Puede ser que tenga rincones inexplorados y salvajes preciosos, pero no tenía mucha pinta. Allí teníamos que buscar un barco que nos llevase a Ko Lipe, la isla de Tailandia en la que nos queríamos quedar un par de días. Preguntamos en el mostrador de información del muelle, y el que estaba allí, se ofreció a ayudarnos y nos dijo que le siguiésemos, porque el puesto de venta de los billetes para nuestro barco internacional estaba algo lejos. Me sorprendió su disponibilidad, porque el tío dejó el mostrador de información desocupado y se fue andando con nosotros. Y eso que era cojo. Nos llevó a un mostrador, en el que no había nadie. Tras gruñir porque el mostrador de la única compañía que hacía ese recorrido estaba desocupado, se metió por una puerta trasera y me indicó que fuese con él. Por allí me llevó a las oficinas, donde tampoco había nadie. Me sentó en una silla mientras él me preparaba los tickets él mismo (también me cobró él mismo). Como era un barco internacional, que cruzaba de Malasia a Tailandia, había que rellenar unos cuantos formularios de inmigración. En esto vienen 2 chicos jóvenes, el cojo me dice que son sus sobrinos y tras charlar un rato me preguntan que de dónde soy. Les respondo que de Madrid, España. Y justo por casualidad, como cada vez que lo digo en Asia, resulta que también el Real Madrid es su equipo preferido. Su equipo preferido no sé yo, pero al menos les tenía que gustar el fútbol, porque me estuvieron recitando la alineación entre los dos. El cojo me preguntó que cuando volvía a Langkawi, para que sus sobrinos me llevasen a conocer la isla de verdad, incluídas las partes libres de turistas. Le dije que dentro de 2 semanas, para ver cómo seguía la conversación. En fin, muy curioso. Al final me dió un papelito, pero me dijo que tenía que volver a eso de las 12:30 (el ferry salía a las 13 h) para darme los billetes de verdad, que tenía que darme el encargado del mostrador, que ahora no estaba.

Tras dar una vuelta por la terminal de barcos, a las 12:30 volvimos al mostrador. Pero allí no había nadie. Esperamos allí un rato, pero allí seguía sin venir nadie. Un tío con barbas que estaba por allí aparentemente sin hacer absolutamente nada me vió esperando y me dijo que llamase a un número de teléfono que estaba pegado al mostrador. Así que llamé al teléfono y al otro lado estaba la voz del cojo. Hablamos 2 minutos, durante los cuáles ninguno de los dos se enteró de lo que decía el otro. A estas alturas, el ferry salia en 10 minutos y nosotros seguíamos sin tickets. A los 3 minutos apareció el cojo, nos puso unas pegatinas de colores en la camiseta y nos llevó hasta la puerta de inmigración.

Todavía sigo sin saber si el cojo:
- Simultaneaba los 2 trabajos, el de la oficina de información del puerto y el de vendedor de tickets de la ruta a Tailandia
- Trabajaba realmente en la oficina de información, pero hoy le estaba haciendo un favor al amigo de la oficina de tickets y le cubría el puesto temporalmente
- Trabajaba realmente en la oficina de tickets. Había cogido una mesa, una silla y un cartelito poniendo "Information" y se había puesto él sólo dentro del edificio de los ferries para dirigir a los turistas despistados a su agencia particular.

En cualquier caso, nos salió bien. Y los del ferry nunca nos pidieron los billetes que no teníamos, les valió con las pegatinas de colores que teníamos en la camiseta.

Cuando fuimos a embarcar, en el muelle había un tío en vaqueros pidiendo los pasaportes. Le damos los nuestros, pensando que los iba a mirar para ver que no caducasen en los próximos 6 meses y tal, pero qué va... ¡Los coge y sin mirarlos los mete a una bolsa negra que traía! Me quedé la mar de sorprendido, pero uno tras otro iba recolectando los pasaportes de todo el mundo que embarcaba, así que supuse que era normal y nos metimos en el barco. ¿Vosotros le daríais vuestro pasaporte a este tipo? Aquí Miguel me miró como si nos acabasen de apuntar con una pistola, el pobre lleva mal la burocracia laxa de estos países... sobre todo en lo que tiene que ver con sus pasaporte. 


Al cabo de hora y pico llegamos a una bahía de nuestra pequeña isla de destino, Ko Lipe. Ko significa "isla" en tailandés. Realmente habíamos pensado ir a una más grande que se llama Ko Lanta, más desarrollada y más grande, por aquello de tener más variedad para quedarnos un par de ideas. Pero encontramos una italiana esotérica (española en espíritu, según ella, realmente lo hablaba perfectamente), que vivía en Ko Lanta y que decía que la isla era aburrida y además tenía muy mal Karma. Como además ella buceaba y nos contó que aquí seguro que encontrábamos buenas escuelas, y buen karma (ella esperaba encontrar también a algún macizo para sus vacaciones), al final acabó convenciéndonos. Yo pensaba que el ferry iría a un muelle y ya está, pero por lo visto no hay muelles, así que el barco nos dejó en una plataforma flotante en medio de la bahía, el equivalente de la zona internacional de un aeropuerto. Allí esperamos y al cabo de un momento empezaron a venir barquitas pequeñas que venían a recogernos a la plataforma. "Pero, ¿y nuestras maletas?" "Nada, nada, todo el mundo a montarse en las barquitas". Así que nos fuimos subiendo a las barquitas sólo con el equipaje de mano y sin nuestros pasaportes. Los chinos de la foto de abajo estaban tan sorprendidos como nosotros.


 La foto de abajo está hecha también desde la barca. Se al fondo nuestro ferry blanco atracado en la "terminal internacional de llegadas" y un par de barquitas con remeros de color naranja que van a recoger a los pasajeros para llevarlos a la parte de "inmigración y recogida de equipaje".


¿Y qué pasa cuando la barca llega a 10 metros de la orilla? Pues el barquero nos dice por gestos: "¡Hala, todo el mundo para fuera!" Así que a quitarse los zapatos y los calcetines (los que van en chanclas lo tenían más fácil) y al agua. Easy. 


En ese momento empezaban a llegar las primeras barquitas de mercancías.


Hay que reconocer que las barquitas quedaban muy monas con la arena blanquísima. Esto de aquí es lo que se llama un long-tail boat o barco de cola larga (o de popa larga, pero a mí me gusta más lo de la cola). Son típicos de Tailandia. Les ponen el lacito delante, al principio pensé que para que quedasen monos, pero lo usan para tirar de ellos en aguas poco profundas en las que no pueden usar el motor. 


Las barquitas llegaban poco a poco y los pasajeros nos íbamos amontonando en esa franja de la playa sin pajolera idea de lo que estaba pasando. Lo único que todo el mundo teníamos muy claro era que allí faltaban todavía nuestros equipajes y el tío de vaqueros con la bolsa negra y los pasaportes. Al cabo de un momento aparece el de los vaqueros con la bolsa negra y todo el mundo le hacemos pasillo pensando en que los iría repartiendo. Pues no. Le da la bolsa a un negro enorme que apareció en ese momento por allí y se quedó a cambio con otra más pequeña. Por cierto, que es el único negro que hemos visto en toda Asia hasta el momento. El negro empieza a andar por la playa. La maniobra parecía como de la mafia rusa. 

Pues nada, todos los que habíamos seguido en barco a seguir al negro y a la bolsa negra por la playa.

El negro se mete en una casetilla de bambú en medio de la playa y empieza a desperdigar los pasaportes por el mostrador. La gente se arremolina alrededor estirando el cuello intentando distinguir su pasaporte.


El negro va pronunciando en voz alta a su manera los nombres de cada pasaporte llamando a la gente. Como allí había desde chinos a hindúes, pasando por noruegos, lo de los nombres era la risa. Entre que el negro le echaba muchas ganas, y que la escena era surrealista, la gente se lo tomaba a broma todo. 


Pues no te creas que íbamos a recobrar los pasaportes tan fácilmente. Cuando decía tu nombre, le tenías tú que dar a él un formulario de inmigración rellenado (los papelitos blancos de la foto anterior). ¿Pero por qué todo el mundo tenía la papeleta de inmigración menos nosotros? Resulta que como nosotros habíamos llegado tarde, el cojo nos había mandado por otro sitio y Lucía y yo éramos los únicos de todo el barco sin la tarjetita de inmigración. Así que el negro nos manda a otra caseta a que nos den los malditos formularios. Al final volvemos con la papeleta y el negro la recoge. Muy bien. Ahora ya tiene todos los pasaportes y además dentro de cada uno la correspondiente tarjeta de inmigración. ¿Qué pasa ahora? Pues el negro vuelve a meter todo junto dentro de la misma bolsa negra de antes y le da la bolsa a un tailandés delgado que se acercó a la caseta. Y sin decir una palabra, se va el tío con la bolsa otra vez.


¿Y qué hacemos todos? Pues no tenemos muchas alternativas, así que todo el mundo con equipaje de mano seguimos por la playa al tailandés con la bolsa. 


El tío parecía con intenciones de andar hasta la otra punta de la playa, así que por el camino Lucía iba haciendo fotos.


En esto que vemos como llega una barca cargada de maletas que van dejando en la playa.


Lucía y otros viajeros vamos para ya esperanzados, pero nada. No son las nuestras. Por cierto, las maletas no sé de quién serían, pero se quedaron ahí abandonadas.


Al final llegamos a la oficina de inmigración, también directamente en la playa.


Allí a esperar un rato. Y luego una escena similar a la anterior, van gritando el nombre de los pasaportes, y cuando oigas el tuyo tienes que ir allí a cogerlo ya sellado. Lo que nos dimos cuenta era que antes nos reíamos del negro, pero su pronunciación era infinitamente mejor que la de los tailendeses de inmigración. Lucía creyó reconocer su nombre bastante pronto, pero la viajera de al lado le dijo que seguro que no, porque de momento estaban empezando sacando los pasaportes chinos. Aquello parecía una tómbola. Había un chino que no dejaba de llevarse pasaportes (supongo que serían de su familia o de un grupo organizado) y los demás le mirábamos con envidia. 

Al final recuperamos los pasaportes ya sellados. El truco es mirar el color del pasaporte, porque las tapas suelen ser distintas para cada país. Curiosamente, si llegas en barco el visado sólo es válido para 14 días en vez de para un mes, así que lo mismo nos tocaba abandonar el país antes de tiempo.

Entretanto, nos habíamos olvidado de los equipajes, pero los encontramos entre un montón de maletas en la playa, sin nadie alrededor. Vamos, que podía habérselas llevado el tío que vende coca-colas por la playa. Y si ya hubiese subido la marea, aquello podía haber sido la risa, porque a lo tonto duró casi una hora todo el proceso.

Menos mal que ya sí que teníamos todo. Así que cogimos un caminito que iba hacia el interior de la isla, siguiendo la ruta de evacuación que tienen prevista para el próximo tsunami.


Dejamos las maletas en donde habíamos reservado y nos fuimos a descansar merecidamente del viaje a la playa de la puesta de sol, justo en el lado opuesto de la isla, atravesando la única calle de la isla (que se llama merecidamente Walking Street, o Calle de andar). Tardamos poco más de 15 minutos, así que ya os podéis hacer una idea de lo grande que era. 


Y así hasta que anocheció, cuando nos fuimos a comer un curry verde y un pollo con albahaca (dos de mis prefes de Tailandia) y a dormir a nuestra cabaña de bambú.


Por cierto, en esa misma playa había un hotel que se llamaba Porn resort. Le comenté a Lucía que a lo mejor podíamos ver si tenían algo libre para el día siguiente, pero mi propuesta no prosperó. Al día siguiente lo miré en internet y resulta que "porn" significa en tailandés "aroma" o "fragancia". 

A partir de aquí tenemos pocas fotos (en mi cámara hay un hueco de 7 días), porque nos dedicamos a la vida contemplativa en la playa y al buceo, ambos incompatibles con la réflex. De eso que os libráis. 

Sunday, April 27, 2014

Penang

El 27 de marzo llegamos a Penang poco después de las 5 de la mañana con el autobús nocturno. Llegamos al hotel (una maravilla de edificio colonial que nos vino la mar de bien después de la selva) y nos dejaron entrar inmediatamente a la habitación, así que pudimos dormir otro poco más. Como Malasia es de mayoría musulmana, tenían una flechita en el techo de la habitación señalando a la Meca.


Después de descansar un rato nos fuimos a dar una vuelta. Georgetown es la ciudad importante de la isla de Penang. Se supone que conserva mucha influencia de su pasado colonial. Desde luego, nos pareció que era muchísimo más tranquila que Kuala Lumpur y más agradable para vivir. También había muchos cafés y restaurantes bonitos para nuestros estándares occidentales.

En Penang es donde más se nota la mezcla de culturas de Malasia. Aquí vinieron muchos chinos, que como en todas partes de establecían como comerciantes y acababan convertidos en los másteres del universo, o al menos los de Penang. Tienen sus simbolitos y se especializan en cosas concretas, en este caso joyería:


Los autóctonos malayos y las chinas se arrejuntaron, diendo lugar a toda una cultura nueva (peranakan, o baba-nyonyas) que estaba especialmente presente aquí. Tenían formas de vestir y de cocinar características, cada parte adoptaba cachitos de la religión de los otros,... la cerámica es preciosa, es como la china pero con muchos más colorines. Me quedé con las ganas de comprar, pero con mes y medio de viaje con mochila por delante me parecía arriesgado. 

Primero fuimos a ver la mezquita, que estaba cerca del hotel.

A la entrada había un cartel con las indicaciones y prohibiciones.


La quinta dice: "A las mujeres en menstruación no les está permitido entrar en la mezquita". Consulté con Lucía y me confirmó que podíamos entrar sin ofender a Alá, así que allá fuimos. 


Desde luego, era bonita, pero creo que me voy a acordar más del cartel que de la mezquita.

Luego a ver templos chinos.


Lo de abajo es un cartel que tenían pegado en la ventana de los autobuses a la entrada. "Recordatorio: Por favor insista en que le den el ticket después de pagarlo". Por lo visto muchos conductores de autobús malayos tienen una memoria regular y después de cobrar el dinero del billete, se les olvida dar el billete numerado. 


Otros turistas tenían otra forma de visitar la ciudad. Para que luego digan que viajar es incómodo o cansado.


Ejemplos de casas de estilo colonial.


Después fuimos a visitar una casa familiar china. Resulta que hace tropecientos años un chino había venido a Penang junto con su esposa y se había dedicado a 2 cosas:
- Hacer negocios 
- Hacer niños
Y no se le debía haber dado mal, porque el tío había fundado una especie de dinastía. Y esa era la casa-templo de la familia con sus descendientes.


Entiendo que mis pantalones de lunares no tengan seguidores, pero que me decís del gorro de Miguel?



Tenían una sala donde ponían una especie de tableta con nombre, fecha y detalles de cada descendiente que había conseguido un grado académico. Y a lo mejor sólo del año 2013 había unos 20 que se habían convertido en médicos, ingenieros, economistas... Eso sí, ya no sólo en Penang, sino desperdigados por todo el mundo.


Yo estaba totalmente entusiasmado, así que le dije a Lucía que yo también quería fundar una dinastía e inventarme nuestros propios ritos y costumbres. Yo ya estaba soñando despierto que el culto a mi boli Baldomero se extendía por el planeta, pero Lucía me dijo que eso era imposible, porque una dinastía García-Pérez no podía tener ningún futuro. Así que me alejé la mar de cabizbajo. Aunque luego me acordé que seguro que le dijeron a Franco, que llamándose Paco no iba a llegar nunca a ningún lado, y ya ves, así que me animé un poco más.

Aquí Miguel soñando con el templo que erigiremos en honor de nuestra dinastía, antes de que yo le enfrentase con la dura realidad que imponen nuestros apellidos. 


Luego fuimos a ver una casa de una familia de comerciantes (bueno, de una familia peranakan). Yo creo, mamá, que a ti te hubiese gustado. Algunos malayos iban por allí la mar de dignos.



Lucía con sus omnipresentes pantalones de lunares estaba casi igual de digna.


Yo intentaba compensar mi indumentaria menos sofisticada adoptando una actitud erguida que transmitiese mi exótica personalidad de hombre de mundo.


Y abajo el patio central.


Desgraciadamente llegamos demasiado tarde a la otra casa grande de familia comerciante, pero por fuera era muy curiosa.


Compramos los billetes para el ferry del día siguiente por la mañana y nos fuimos a cenar a un puesto callejero. La bebida que está a mi lado es el zumo de azúcar de caña. ¡Muy dulce!





Saturday, April 26, 2014

Último día de las Perhentian

El 26 de marzo fue otro día de playa también.

Reservamos una excursión de snórkel de medio día. Nos metieron a nosotros dos como únicos extranjero en una barca con otros 15 malayos y nos dieron gafas y tubo a cada uno. Con la barca nos llevaron a unos cuantos sitios y nos ponían a bucear por allí. Les dieron a todos chaleco salvavidas menos a nosotros dos. Todavía no sé si es debido a:
- Nos vieron esbeltos y de constitución deportista, y siendo extranjeros dieron por supuesto que sabíamos nadar (lo que no es normal en los malayos)
- Eramos infieles, con lo cual tampoco se perdía mucho si nos hundíamos.

A uno de los sititios a los que fuimos ya habíamos ido nosotros antes con el kayak, pero en general, estuvo bien y sí que nos llevaron a sitios donde el coral estaba mejor conservado. Uno de los arrecifes se llamaba "El punto de los tiburones", porque al parecer había muchos, pero cuando yo intentaba ir para allá, Lucía me daba un grito que adónde me creía yo que iba, que eso estaba muy lejos, y que era mejor no alejarse mucho. Así que nada, me tuve que conformar con dar vueltos a las anémonas mientras de vez en cuando levantaba la cabeza y miraba de reojo para ver si se veían dorsales de tiburón por allí. Después del milpiés, como para dejarle jugar con tiburones...

El tour en barco fue una inmersión cultural profunda, abismal diría más bien. Los 15 malayos que nos acompañaban parecían ser todos de una misma familia, con niños pequeños, medianos y adultos, armando mucho jaleo y muy excitados. Por supuesto llevaban la tartera, y no se cortaron un pelo para empezar a comer y a echar los restos al suelo, o al mar, lo que cogiese más cerca... Al final del día todo el suelo del bote estaba lleno de cáscaras de pipas, que también son populares en Malasia (aunque están especiadas). Ante esta actidud iba ya un poco descorazonada a ver los corales, pero eso no fue todo. Cuando llegamos a la primera zona nos pusimos todos máscaras y tubo y nos fuimos al agua, patos. Era bonito, pero... cómo chillaban...¿tiburones? ¡no! Los hombres del grupo, para demostrarse uno a otro lo machotes que eran, se dedicaron a ponerse de pie encima del coral (que es punzante, y que por supuesto no se debe tocar lo más mínimo porque es muy frágil). El guía del barco, lejos de echarles la bronca, se reía... yo me tuve que contener para no sacar el lado Rötenmeyer. En estos casos Miguel me tiene que recordar que aquí no se puede, que son ellos más... pero a veces entran ganas de sacar el bazooka.

Por la tarde cogimos el barco de vuelta al continente y nos despedimos de la isla.


En el puerto había algunos de los barcos de pescadores de colores, pero ninguno tan bonito como los que habíamos visto a la ida.




Y luego ya, autobús nocturno a Georgetown, en la isla de Penang. Un autobús maravilloso con enchufes y Wifi, casi todo lo que necesito para ser feliz.

Las Perhentian y kayak

El 25 de marzo tuvimos simplemente día de playa. A las playas no nos llevábamos la cámara, así que tenéis suerte.

Se me olvidó poner la foto de la instalación de Lucía de la noche, así que la pongo ahora.


Lo malo de la terraza abierta es que el sol te despierta a las 5:30 de la mañana. Pero como era bonito, tampoco nos importó mucho.


Os pongo alguna foto para que veáis a los malayos locales bañándose al lado del muelle.



Este grupo venía de hacer una excursión de snórkel (buceo con gafas y tubo). 


Por la tarde alquilamos un kayak junto con gafas y tubo y nos fuimos unas cuantas horas a dar una vuelta por las otras bahías. 

Y aparte de comer y bañarnos no mucho más.

Yo, en mi optimismo, pienso que a lo mejor alguno de los que leéis esto decidiréis visitar en algún momento, así que un par de apuntes más de realidad. Las Perhentian son como las islas de las postales, con agua transparente y sombra de palmera con una arena finísima. Pero se las están cargando un poco. Todavía no hay mucha conciencia ecológica, así que no tienen problemas en tirar lo que sea, a veces directamente al mar. Están muy bien en teoría para hacer snórkel, pero el coral está muerto en muchos sitios. Es una pena, aunque también me acuerdo de que era muy distinto a hoy en España cuando éramos peques, así que espero que cambie en poco tiempo...

Friday, April 25, 2014

De Taman Negara a las Perhentian

El 24 de marzo nos despertamos después de haber dormido estupendamente en nuestro hotel de verdad. Cuando seamos mayores y seamos ricos estaría bien dormir en sitios de esos. Teníamos que coger un autobús bastante pronto que nos llevase a las islas Perhentian, así que salimos del bungalow a eso de las 6 de la mañana con las mochilas para ver si nos daba tiempo a desayunar.

De camino al restaurante, ¿qué era eso?


¡Parecía demasiado grande para ser un perro! Y se parecía a un cerdo, pero era más grande y de otros colores. También tenía una mini-trompa.


Es curioso que nos pasemos 36h en la selva sin ver nada que respire, y que de repente nos encontremos con un bicho de éstos en los jardines del hotel. El misterio se resolvió poco después cuando, mientras desayunábamos, vimos como los empleados del hotel le daban las mondas de nuestra naranja al tapir. Por cierto, la central del parque estaba en el hotel, y por supuesto había carteles de "no alimentar a los animales"... se ve que como casi todos estos carteles por el sureste asiático, sólo son aplicables para los extranjeros. 

Después de desayunar, cogimos el autobús. Sólo que como no éramos tantos los que íbamos en ese trayecto directo de la selva a la playa, en vez de autobús resultó ser una furgonetilla. 

Tras unas cuantas horas de baches y adelantamientos imposibles llegamos al puerto. Los barcos de pescadores estaban todos pintados de colores chillones y era la mar de fotogénico, pero no tenía la cámara a mano, así que tendréis que creerme.

Ahí tocaba coger una lancha rápida para ir a las Perhentian. Nos metimos unos 12 extranjeros en la lancha. Lucía y yo nos pusimos delante, pero el capitán le dijo a Lucía con gestos que se pusiera mejor atrás. Teniendo en cuenta cómo sería el trayecto, yo creo que fue porque me vió que yo tenía el culo más gordo, digo el centro de gravedad más bajo, y así sería más estable. Tras una frase que ninguno de los pasajeros supimos interpretar en su verdadero significado - "Hoy la mar está un poco choppy", salimos del puerto. 

El vídeo de abajo intenta capturar los primeros momentos de cómo se siente en una lancha rápida cuando la mar está un poco "choppy". 



Cuando aquello empezó a botar de verdad, por supuesto dejé la cámara y me agarré con las dos manos al asiento. Aquello más que una lancha rápida, era una planeadora como las de contrabando con la que Sito Miñanca se hubiese muerto de envidia. Lo único bueno de ir adelante era que al menos podía predecir cuando iba a tocar un bote de los "rompeculos". Los peores eran cuando botábamos 2 veces en la parte de arriba de 2 olas consecutivas y el tercero tocaba en el valle de la ola al comienzo de la fase ascendente. Después vimos que desaconsejaban a personas con problemas de espalda montarse en lanchas de éstas. Desde luego, hay que ver lo resistente que es la fibra de vidreo. Me dejó impresionada. Había un matrimonio de españoles en el barco, el marido iba al lado mía y no dejaba de decirme cosas como "no te preocupes, el que lo lleva parece bastante tranquilo" o "bueno, al menos hay bastantes barcos cerca"... 

Las Perhentian son 2 islas, una grande y otra más pequeña, a unos 45 minutos en lancha (muy) rápida de la costa. La lancha iba primero a la pequeña y luego a la grande a dejar a los pasajeros. Nosotros no habíamos reservado en ningún sitio, así que en principio nos daba lo mismo ir a una que a la otra, pero ante la perspectiva de volver a pasar otro rato más con la mar "choppy" y muy posíblemente no poder sentarnos en una semana, decidimos sobre la marcha que casi mejor nos bajábamos en la isla pequeña.

Lo cierto es que la isla se veía como de póster.


Y un poco más de cerca.



Estuvimos mirando un rato por los alojamientos de ese lado de la isla y como no encontramos nada que nos convenciese (i.e. que tuviesen un baño lo suficientemente limpio para Lucía, etc...) nos fuimos con las mochilas al otro lado de la isla. El otro lado estaba a 10 minutos, así que tampoco era mucho. Ese lado tenía muchos menos chiringuitos para cenar y había algo más de viento, pero a cambio estaba más tranquilo. Al final encontramos una cabaña a la que Lucía le dio luz verde. Lo mejor eran las vistas de la terraza.



Lo más parecido que había visto hasta entonces a los anuncios de la tele.