HEl 18 de abril nos despertamos la mar de temprano y tras desayunar en el hotel, a las 6:30 de la mañana ya habíamos salido para ver el mercado. Por las calles estaban ya los niños con las bicis de camino al cole. Junto con vendedoras retrasadas que se dirigían también al mercado como nosotros.
El río estaba bastante apacible, nada que ver con los bares y el alboroto de la noche anterior.
A esa hora empezaban a venir también las barcas cargadas de trabajadores que venían de otras islas cercanas.
Y luego ya llegamos al mercado. Empezamos por la zona de pescadería.
La de abajo es una señora que se dedica a atar cangrejos con una especie de juncos para que se puedan transportar.
Y le quedaban la mar de bonitos.
Había puestos con mucho surtido.
Y otros más modestos.
Las vendedoras anteriores estaban algo apartadas, para evitar la competencia. Pero otras preferían la compañía.
Partiendo bloques de hielo en el suelo con un cuchillo para enfriar los pescados.
La de abajo no tengo muy claro si era vendedora, o si llevaba la compra para toda la familia.
Luego fuimos a la parte de verduras. Por si a alguien le quedaban dudas de si los gorros puntiagudos ya no están de moda, de muestra un botón. O muchos.
La de abajo vende tanto verdura, como los pollos de la cesta.
Y al lado la sección de carnicería.
Luego se van apareciendo más puestos distintos. Por ejemplo los de fideos.
Que están recién cortaditos.
Si se te olvida la bolsa de la compra, puedes comprar una en el puesto adyacente. Yo quería una cosa de estas. No se muy bien para que, pero la quería. Miguel me convenció de que eso no entraba como equipaje de mano. Cobarde.
La cafetería del mercado atendiendo a la gente a la hora del desayuno.
Después ya salimos del mercado. Abajo otra señora que salía al mismo tiempo con la compra del día comentando con una vecina lo caro que se estaban poniendo las patas de pollo.
Fuera del mercado, estaba bastante tranquilo.
Pasamos por delante de un templo. Las limosnas pequeñas se las puedes dejar a los monjes directamente, pero si haces una donación grande, te ponen una plaquita en la puerta para que todo el mundo que pase por delante lo sepa. No sé cómo no se le ha ocurrido a la Iglesia de los pueblos de Castilla, porque aquí seguro que todo el mundo intentaría estar por encima de su vecino y el párroco iba a tener para construir ermitas a granel.
Después de eso, nos volvimos al hotel para desayunar. A todo esto, era todavía pronto por la mañana, y nosotros no teníamos que coger el autobús hasta el mediodía, así que nos daba tiempo para ir a bañarnos en las playas vietnamitas. Estaban a unos 10 km, así que decidimos alquilarnos una moto para 3 ó 4 horas. Como siempre, la mar de avispados, nos la dieron con suficiente gasolina justo para llegar a la siguiente gasolinera, a unos 500 metros. Abajo, echando gasolina, con una manguera de tecnología punta.
Nada más llegar cerca de la playa, empezaron a salir de todos lados señoras haciendo aspavientos con los brazos. Resulta que las buenas señoras querían todas que aparcásemos delante suya, para que ellas nos guardasen la moto, a cambio claro de una comisión. Generalmente no soy muy amante de estas cosas, pero en fin, al final no sale tan caro. Así que después de regatear y que nos bajase el precio a unos 20 céntimos, dejamos la moto a la más simpática y que estaba más cerca del agua.
Al llegar a la orilla, vimos las barcas de los pescadores en la orilla. ¿Pero qué era aquello? ¡Increíble! Los pescadores vietnamitas habían resuelto el problema fundamental con el que los ingenieros navales de Occidente llevaban milenios luchando: la falta de maniobrabilidad. Un barco normal va muy fácil para adelante o para atrás, pero no es tan fácil el girar hacia los lados. Incluso un destructor de combate necesita unos 15 segundos para girar 90º. La estructura naval utilizada por los pescadores vietnamitas es única y no ha sido observada nunca en Occidente. En este sentido, soy consciente de mi responsabilidad y me siento una especie de Marco Polo alcarreño, descubriendo a Europa la avanzada tecnología oriental. ¿Y cuál era la solución?
¡Redondo! ¡Hacer el barco redondo!!!!!
Y no, no era un prototipo experimental único. La playa estaba llena de ellos.
Después de bañarnos, volvimos a coger la moto para volver. Lo que significa que Lucia conduce y Miguel se menea a izquierda y derecha haciendo fotos de todo lo que se mueve sin consideración por las leyes del equilibrio.
Nos paramos en el puente de arriba para hacer una foto a unos barquitos anclados en el estuario. Traducción: le grite a Lucía como si viniese un dragón de tres cabezas hacia nosotros hasta que se paró. Había unos círculos hechos con cañas en medio del río. Tras mucho opinar decidimos que eran granjas para criar algún bicho, aunque no llegamos a confirmarlo.
Volvimos a dejar la moto, que estaba casi totalmente llena de gasolina. El chico nos recibe con una sonrisa y coge la moto y va directamente a la gasolinera cercana donde nosotros habíamos repostado antes. ¿A qué? ¡Pero si estaba lleno! ¡A vaciar el depósito de gasolina revendiéndosela al de la gasolinera! Hay que ser vietnamita para haber desarrollado esa jugada maestra:
1) Alquilas la moto con el depósito casi vacio a un turista. Le dices que está casi vacío, así que tiene que repostar en la gasolinera de la esquina. Para llegar hasta la playa y volver necesitará en torno a 3 euros de gasolina como mínimo.
2) El turista, para estar seguro, echa unos 4 euros, va a la playa, vuelve, y sólo ha consumido medio euro de gasolina como mucho.
3) El dueño de la moto vuelve con la moto con el depósito casi lleno a la gasolinera y le revende la gasolina del depósito, dejando justo dentro para que el siguiente turista pueda llegar a la gasolinera.
4) Pones la moto con un cartel te sientas a tomar el sol en un puesto con la misma infraestructura que los del top-manta y esperas a venga el siguiente turista.
Esto le funciona al vietnamita cuando se la alquila a Miguel. Lucia optimiza. Tres litros? Ya verás que yo lo hago con dos.
Así que ya fuimos al hotel, recogimos las cosas y nos llevaron en una furgoneta hasta Da Nang, la ciudad grande que está cerca de Hoi-An.
En Da Nang cogimos el tren en la estación. Nuestro destino era Hue, antigua capital imperial.
El tren iba gran parte del tiempo siguiendo la costa, y se veían montones de playas desiertas.
Llegamos a Hue ya atardeciendo. Tras regatear como vendedores de alfombras persas, nos llevaron hasta nuestro hostal, un oasis de tranquilidad en medio del caótico Vietnam que nos salió la mar de bien. ¡Y los dueños sabían hablar bien inglés! Era un hostal que había abierto un par de semanas antes, así que los dueños estaban simpatiquísimos para que les pusiéramos buenas recomendaciones en las páginas habituales.
Nos fuimos a cenar por ahí y luego a dar una vuelta. Resulta que por casualidad habíamos llegado a Hue en fiestas, así que había montones de actuaciones por la calle.
Y por último el puente que conducía a la ciudadela imperial, aunque eso lo dejamos para explorarlo el día siguiente.
¡Y a dormir!
Así que ya fuimos al hotel, recogimos las cosas y nos llevaron en una furgoneta hasta Da Nang, la ciudad grande que está cerca de Hoi-An.
En Da Nang cogimos el tren en la estación. Nuestro destino era Hue, antigua capital imperial.
El tren iba gran parte del tiempo siguiendo la costa, y se veían montones de playas desiertas.
Llegamos a Hue ya atardeciendo. Tras regatear como vendedores de alfombras persas, nos llevaron hasta nuestro hostal, un oasis de tranquilidad en medio del caótico Vietnam que nos salió la mar de bien. ¡Y los dueños sabían hablar bien inglés! Era un hostal que había abierto un par de semanas antes, así que los dueños estaban simpatiquísimos para que les pusiéramos buenas recomendaciones en las páginas habituales.
Nos fuimos a cenar por ahí y luego a dar una vuelta. Resulta que por casualidad habíamos llegado a Hue en fiestas, así que había montones de actuaciones por la calle.
Y por último el puente que conducía a la ciudadela imperial, aunque eso lo dejamos para explorarlo el día siguiente.
¡Y a dormir!
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