Sunday, November 16, 2014

Ida a Cat Ba

El 22 de abril nos despertamos prontísimo para ver si de verdad la "agencia de viajes" existía. Así que salimos con las mochilas del hotel y nos fuimos para allá. ¿Y allá? Pues eran las 5:30 de la mañana, que era la hora a la que teníamos que estar, y aquello estaba cerradísimo. Yo ya estaba jurando en arameo, cuando a los 10 minutos apareció el hombrecillo de la noche anterior. Nos pidió el resto del dinero, se lo dimos, se guardó parte en su bolsillo, y el resto lo metió dentro de un sobre blanco. Luego escribió un par de garabatos en un papel y lo metió también en el sobre blanco. Y luego nos dijo que venía un autobús dentro de 10 minutos. Así que a esperar.

Al cuarto de hora vino un autobús. Pero aquello no era un autobús turístico, era un autobús local vietnamita normal, con otros pasajeros.  Un autobús normal, en Vietnam, requiere una explicación. Básicamente, es una minivan con 7 u 8 asientos, que va parando cuándo la gente hace señas desde la acera, y dónde está claro cuando entras, pero no cuándo vas a llegar, ni si vas a poder disfrutar en exclusiva de tu sitio o si vas a tener que compartirlo con las gallinas que el señor que se acaba de subir lleva al mercado. El de la "agencia" nos dijo que para adentro, y luego le dijo un par de palabras al conductor, le dió un par de billetes y le metió el sobre blanco en el bolsillo. Así que allí fuimos, pero el autobús, no llegó a salir a la carretera, sino que tras deambular por las calles, a los 20 minutos llegamos a una estación de autobuses. Allí se bajó todo el mundo, y nosotros estábamos dentro sin saber qué hacer. El conductor nos dijo que nos bajásemos y le siguiéramos. Así que fuimos detrás de él, que se dirigía a otro autobús que estaba esperando en el mismo sitio. Habló con el otro conductor un momento, le dió el sobre, el otro conductor lo abrió, leyó el papel, sacó un un par de billetes y volvió a cerrar el sobre y se lo guardó. Después, nos hizo un par de señas, y para adentro. Este era otro autobús vietnamita "normal". Ahora ya sí que salimos del pueblo, y tras un buen rato de carretera con traqueteo infernal llegamos a la ciudad portuaria de Hai Phong. A la estación de autobuses.

Allí otra vez se bajó todo el mundo. Nuestro conductor nos dijo que esperásemos un momento allí, y él se fue a hablar con un par de chicos con unas motos que estaban por allí. Tras negociar un rato, el conductor sacó el sobre y se lo dejó a los chavales. Luego vinieron todos y por señas nos dijeron que pusiéramos las mochilas en las motos y nos montásemos con ellos. Así que eso hicimos. Bendito sobre blanco. Por lo visto, íbamos tarde, porque sólo había un barco rápido al día y quedaban sólo 20 minutos, así que cruzamos la ciudad a toda velocidad. No se aprecia en la foto, pero el chavalín lleva nuestras mochilas enormes delante. Para ellos supongo que no es ningún desafío teniendo en cuenta que llevan a toda la familia a cuestas, pero yo no dejaba de pensar que aquella motillo, con tanto peso y un vietnamita conductor tan chiquitito, no podía ser muy estable.

Qué pantalones más chulos que llevo

Y así llegamos hasta el puerto. En el muelle había un barco esperando, y en cuanto nos vieron, un montón de señoras mayores se acercaron y empezaron a revolotear diciendo que teníamos que pagar el billete del barco, y que qué suerte la nuestra, que ellas nos lo vendían y nos decían el dinero que costaba. Realmente, las señoras-gallina cacareaban con billetes en una mano y algo que parecían tickets en la otra, todas a la vez, y gritando "ticket, ticket!!!". Lo habíamos mirado en internet el día anterior y nos sonaba que era realmente como la mitad. Nos acercamos a la ventanilla oficial del embarcadero y la vendedora de dentro nos miraba impasible, la preguntamos por los tickets y se encogía de hombros. Así que sospechamos que se llevaba comisión de las viejecitas independientes. Sin embargo, el intento de conversación fue interrumpido por los chicos de las motos,
"¿Pero qué hacéis? ¡que el barco se va! ¡Tenéis que montaros!" Básicamente, nos tiraban de la camiseta y señalaban hacia el barco. Yo creo que Gulliver tenía que sentir algo parecido cuando le tiraban los enanos. 
"¿Pero y los tickets...?"
"¿Qué tickets? Anda, anda... para adentro, y caminando que es gerundio."
Y las lanzaron un par de gritos a las viejecitas acosadoras, que como un resorte dejaron de agruparse como un muro delante nuestra y nos hicieron un pasillo para dejarnos subir. El grupo de gallinas se disuelve, murmurando entre dientes. Seguro que la de Hue y éstan habrían hecho buenas migas. 
Así que nosotros nos subimos en el barco con nuestras mochilas, sin haber comprado el ticket en ningún momento. Supongo que la magia del sobre blanco habría hecho su efecto subrepticiamente.

Y luego ya dentro del barco vimos más turistas, y respiramos aliviados. Por lo visto, ya estábamos en un barco rumbo a Cat Ba. Menos mal, porque desde luego fuera no lo había puesto en ningún momento.

Tras más de una hora de viaje, de pié o sentados sobre unos fardos en la cubierta, nos acercamos a la isla. Los demás extranjeros había llegado antes y estaba sentados dentro en los asientos, pero nosotros habíamos llegado los últimos y nos tuvimos que apretujar con los vietnamitas rasos arriba. Como nos tienen que ver torpes y vagos, a mí me dieron un taburete de los mismos que hay por todas partes en los puestos de comida callejera. 
Durante el paseo en barco yo estaba regular de satisfecha. Hai Phong es un puerto comercial, está lleno de contenedores, las aguas de la bahía son marrones y turbulentas. No tenía yo muy claro que en la hora escasa de viaje en barco pudiese cambiar tanto el paisaje como para convrtirse en esas fotos idílicas de la bahía de Ha Long que tienen todas las agencias de viajes. 
La isla de Cat Ba es un punto de entrada alternativo a la bahía de Ha Long. La mayoría de la gente va a Hanoi, y de ahí se coge una excursión de uno o varios días a la bahía, embarcando directamente desde la costa hacia la zona de la bahía kárstica. Habíamos leído un poco y llegado a la conclusión de que el circuito estándar tenía pinta de estar plagado de señoras gallina, y que las posibilidades de ser timado eran bastante altas. Así que nos fuimos a la isla de Cat Ba, que además de ver (algo) menos turistas es parque nacional. 
El barco atracó en un embarcadero en la isla, pero allí no había ningún pueblo, sólo se veía campo en todas las direcciones. Bueno, y un autobús. La gente empezaba a montarse en un autobús, no sé cómo sabrían lo que había que hacer, porque desde luego allí no había ningún cartel y nadie hablaba inglés. Y nosotros no teníamos ningún billete para el autobús. Pero seguimos a la gente y nos metimos dentro. Y tras un viaje de media hora por la isla por paisajes exóticos, llegamos por fin al pueblo grande de la isla de Cat Ba. En nuestro periplo los extranjeros debatíamos con respecto a lo que había que hacer, como un grupo al que han soltado en una isla desierta e intenta sobrevivir. Entre tanto debatir todos los vietnamitas se habían subido ya al autobús y no quedaba sitio para todos, así que a algunos les tocó ir de pie (yo para coger sitio tengo un sexto sentido que me convierte en gacela). Lo de ir de pie no era trivial, porque si la isla de Ha Long está llena de montañas kársticas abruptas y empinadas, la isla no era para menos, así que fue una mezcla entre montaña rusa y atracción de la olla.

Llegamos a un pueblecico que era basicamente como si hubiesen intentado construir algo parecido a Marbella. Hoteles en la costa, a veces de 10 plantas, muy muy feos, y con un paseo marítimo y todo. Con lo bonita que es la isla ella sola. 

¿Y ahora? Pues a dar vueltas con las mochilas para ver dónde encontrábamos un sitio para dormir. Al final, después de regatear cogimos uno, y la verdad es que tuvimos bastante suerte. Éstas eran las vistas desde nuestra terraza.


Aquí nos había salido el regateo bastante bien, así que cuando preguntamos cuando costaba lavar la ropa, la dueña nos dijo un precio carísimo (a lo mejor 3 ó 4 €), para intentar recuperar lo que había perdido dándonos la habitación tan barata. Lucía con estas cosas lo tiene claro - La ropa cutre que me compré allí desteñía toda!!


Se lava una la ropa con un barreño en la habitación del hostal con el champú y requetebien. En mi caso, como soy más vago, opté simplemente por no lavar la ropa.

Las vistas de la bahía eran bonitas. Cerca estaban los restaurantes flotantes. En la orilla había señoras con barcas de remos para llevar a los comensales a los restaurantes.


Desde el mismo sitio, peor mirando a la derecha:


Lo más curioso eran las flotillas de barcos de pescadores comunistas.



Los chicos, como en todas partes, se dedicaban a tirarse de cabeza desde el muelle.


El tiempo estaba nublado, como se ve. Aunque estaba empezando la temporada, todavía no estaba el tiempo en su momento álgido. Hacía más frio (a lo mejor en torno a 22 grados), y sobre todo vimos poco el sol. 

Y luego salimos a dar una vuelta por el pueblo y para intentar contratar una excursión en barco por la bahía de Ha Long para el día siguiente. Nos habían recomendado otros viajeros que intentásemos pasar la noche en un barco, y no hacer sólo la excursión de un día que hace la mayor parte de la gente. Y nos pasamos un montón de rato visitando agencias de viaje. Ya habíamos estado mirando en Internet y estábamos la mar de suspicaces, porque la mayoría de la gente se dedicaba a contar cómo le habían timado, dándoles arroz blanco en vez de esa barbacoa de marisco que prometían, o metiéndo a 20 personas en un crucero que en teoría era privado. Queríamos coger el único que tenía buenas opiniones, pero por supuesto estaban llenos para los tres días siguientes. En un sitio nos enseñaron unas fotos de un velero precioso y nos dijeron que eso podía ser para nosotros solos por 2 días por unos cuantos euros. Así que le pagamos al buen señor,  encomendándonos a todos los buddhas que habíamos visto en Myanmar, y nos fuimos a cenar. A fin de cuentas, lo bueno de que te timen aquí es que nunca es demasiado dinero... 

Una cosa típica de cenar de Cat Ba son los bichos como el de abajo que tenían en muchos acuarios en los restaurantes, pero nosotros no estábamos ese día tan innovadores.


Después de cenar nos fuimos a tomar unas cervezas a un bar. Y justo al lado nuestra había dos chicos que estaban hablando en inglés. Era un americano que estaba haciendo una entrevista de trabajo a un español para trabajar en una empresa turística. El español le decía que se había quedado sin dinero, y que por eso buscaba trabajo de lo que fuese, para poder continuar su viaje. Si no encontraba nada, sus padres le mandarían dinero para poderse comprar un vuelo de vuelta a España, pero de momento él quería intentar seguir viajando. De momento le quedaban algo más de 100 €, y le preguntó al americano que si conocía algún sitio para dormir barato en la ciudad, que había encontrado una cosa, pero no sabía si se podría hacer más barato. El americano le preguntó al español cuánto le costaba el sitio que había encontrado, y el español le dijo que unos 4 US$ (3 €!!!), pero si que encontraba algo más barato, aunque fuese más cutre, mejor. Nos quedamos sin saber si le cogieron o no, pero no dejaba de resultar curioso que el señor dijese que, de momento, "estaba tranquilo, porque tenía dinero de sobra para vivir un tiempo". Con 100€!!! 







Monday, October 27, 2014

Ninh Binh / Tam Coc

El 21 de abril muy pronto por la mañana el autobús nos dejó en Ninh Binh. Ninh Binh es una región donde se va básicamente a ver el campo. Llegamos a eso de las 7 de la mañana, así que lo primero de todo fue enchufarse un desayuno, donde lo mejor fue la taza de leche condensada que nos pusieron al lado. O el zumo de piña natural, todo depende de a quién se le pregunte. Seguimos nuestro periplo hacia el norte:

Ninh Binh es una zona llena de montañas redondeadas que salen de las llanuras encharcadas de arroz. Y todo surcado por montones de canales. Realmente, Ninh Binh es la ciudad principal a la que van los autobuses. Donde fuimos nosotros es a un pueblecico cercano llamado Tam Coc. La lónli prometía un paisaje acuático mágico, con macizos de piedra surgiendo de los arrozales. Éramos un poco escépticos, porque mirando en Google maps salía poco más que un lago y un par de casas. 
Así que nos acercamos al embarcadero del pueblo, y enseguida apareció un enjambre de señoras que querían llevarnos a dar una vuelta. Nos montamos en un barquito de ésos y la señora empezó a remar. Con los pies. Por lo visto dicen que las piernas son más fuertes y se cansan menos, así que en toda la zona lo tradicional es hacerlo así. Hasta aquí, salvo la curiosidad de los pies, que cierto es que es digna de ver, poca miga. Yo ya estaba maldiciendo a la lónli. Peeeeero... al final del lago salía (no tengo muy claro si desembocaba o nacía) un río que nos llevaba hacia las afueras del pueblo...


Y esta pinta tenía. Es parecido al paisaje de la bahía de Ha Long, pero en terrestre. 


Pasamos al lado de unos señores con unas cabras. Las cabras se habían subido a un caminito en la roca y no sé si no podían o no querían bajar, pero los vietnamitas estaban revolucionados intentado que se bajaran. Yo tengo bien claro que no querían. Además las cabras se lo estarían pasando bomba viendo al vietnamita encaramado a las piedras. Lástima que no vimos el desenlace. 


Como no tenemos casi ninguna foto juntos, le pedimos a la barquera que nos hiciera una. Bueno, algo desenfocada, pero algo es algo.


Llegamos a un sitio donde parecía que el canal se acababa.


Pero la señora iba hacia el muro que se ve al fondo a la izquierda a gran velocidad. Resulta que a través de una cueva continuaba el canal.


A veces había que agachar la cabeza. Menos mal que la señora tenía una linterna...

Pero bueno, luego se salía al otro lado.


Lucía con sus fotos.


El señor de abajo tenía como una especia de nasas en los campos de arroz de los lados, e iba con un gancho recogiéndolas para ver si había algo junto con la señora. No llegamos a ver qué es lo que había. ¡Sí que lo vimos! ¡Cogían caracoles! Eran rojos brillantes, por lo visto se comen. Como tantas otras cosas aquí.


A veces el paisaje era muy abierto.


Otras veces más encañonado.


Y otras veces era más selvático y con templos en ruinas escondidos como en Indiana Jones. Mi peinado de Ho Chi Minh permanece inalterable. 


Desde luego, cuevas de esas atravesamos un par.


¿Y al final de casi una hora? ¿Qué es lo que hay?


¡Una señora vendiendo comida y tonterías a los turistas! Por lo visto tiene que ser más rentable que cultivar arroz. La señora de nuestra barca, que claramente estaba compinchada con la del puesto, se acercó a ella y la señora del puesto nos empezó a ofrecer cosas. Nosotros le dijimos que no. Y la del puesto nos empezó a decir medio por señas, que  nuestra remera estaba cansada y necesitaba beber algo... que le comprásemos zumos. A mí me parecía la mar de surrealista, así que abrí la mochila y saqué mis botellas de agua y la fruta que llevaba. Me dirigí a la remadora (que me dijo que no), y le ofrecí vendérsela a la vendedora a un precio más barato al que me la ofrecía ella. Y mira que se lo estaba ofreciendo a mitad de precio comparado a lo que nos lo ofrecía ella, pero al final parece que no hubo negocio. Yo normalmente en estos casos me escondo debajo de algo y espero hasta que el interesado se da cuenta de que se están descojonando de él y se aleja. En este caso las restricciones de espacio no daban más de sí, así que reconozco que disfruté de las caras que iban poniendo remera y vendedora conforme iban viendo el percal. Una parte de mí pensaba que la barquera nos iba a dejar en medio de un arrozal a unos cuantos kilómetros del pueblo, pero se ve que, pese a todo, le dimos pena. 

La Raf, que es es la otra guía que llevábamos de viaje (Rough guide, vamos, la guía para intrépidos como nosotros), ya nos había advertido de los trucos locales, entre los que se incluía el intentar convencer al turista para que comprase agua para la remadora. La remadora luego no abre la botella, sino que se la revende a la vendedora por la décima parte del precio. Entre la Raf y la Lónli, es una maravilla. Como un día a los vietnamitas les dé por comprarse las guías que llevamos los occidentales y descubran que ya nos sabemos sus trucos... se acumularan los extranjeros en los arrozales... 

Realmente yo no lo había pensado nunca, pero lo de remar con las manos parecía la mar de práctico. Te deja las manos libres para fumar.


Para sujetar el paraguas.


Para tejer (aunque en la foto no se le ven las manos).


Aquí estaba lloviendo, pero a pesar de todo la señora estaba en medio del campo por si a algún turista pasa por allí con ganas de tomarse un zumo de mango.


El espectáculo de la remadora no terminó aquí... otra de las cosas que ponía en la Raf es que intentaras encontrar una barca en la que no hubiese una bolsa sospechosa. La bolsa en cuestión está llena de souvenires varios para el turista incauto, o el que tiene mucho sitio en la maleta. Nosotros esto lo hicimos bien, o eso pensábamos, porque no había bolsa a la vista... hasta que la señora levantó una tabla y... ta chán! ¿quiere una camiseta, señora? ¡Pretty, pretty!

Cuando volvíamos y ya íbamos a amarrar, la señora nos empezó a decir que quería una propina. ¡Y exigiendo! Pues no se llevó ni un dong.

Luego nos alquilamos unas bicis para ir de excursión. La de la izquierda es la mía.


Lo bueno de ir de excursión en bici es que ves como vive la gente por allí. La familia de abajo tiene la choza en medio de un lozadal, así que para no llenarse de barro cada vez que entran o salen, han hecho un caminito de piedras.


A los bisabuelos los tenían también cerca de casa. Lo de la izquierda son las tumbas familiares. 



La foto de abajo es para que me veáis a mí también, que salgo menos que Lucía.


Sí que se distinguen que dentro de los agricultores, hay clases. Los hay que tienen puentecitos monos, incluso con puertas.


Otros son más cochambrosos.



De todo.


En la región, con todo el agua que tenían, se dedicaban principalmente al arroz, en las llanuras entre las montañas. De vez en cuando ponían canales artificiales.


Cuando nos encontramos con vacas por el camino, a Lucía le costó un buen rato decidirse a pasar.


Al cabo de un rato llegamos a un conjunto de templos en la base de una montañita. ¡Nos pidieron dinero por aparcar las bicis abajo!


Desde allí había un senderito para escalar la montaña empinada. Había carteles de prohibido por todas partes, pero aprovechando que no había nadie mirando, me fui para arriba. Lucía se quedó abajo refunfuñando, porque iba en chanclas y aquello resbalaba muchísimo, así que se perdió la vista desde arriba.


Y luego ya, de vuelta al pueblo central de la zona. Desde allí queríamos ir a Hai Phong, la ciudad grande que estaba ya en la costa. Habíamos dejado las mochilas grandes durante el día en un hotelito local, para poder hacer las excursiones, y cuando le dijimos a la recepcionista que queríamos ir a Hai Phong, en seguida nos dijo que ella nos pedía un taxi. Y eso que había otro taxi justo en la puerta que quería llevarnos, pero la recepcionista no hacía nada más que ahuyentarle para que fuésemos con el taxista que ella quería (vete a saber si era su primo). El otro taxista, que debía ser independiente, se pasaba todo el rato por delante de la puerta y nos miraba para ver si nos íbamos con él. Muy curioso ver como se reparten a los turistas. Yo y mi instinto de la libre competencia pretendíamos meternos con el taxista acechante previa negociación, pero Miguel, que ya había mareado a suficientes vietnamitas por un día, no me dejó. 

Al final fuimos con el taxi que nos buscaron a la ciudad grande de la zona (Ninh Binh). Llegamos muy de noche, así que dejamos las mochilas y nos pusimos a investigar cómo ir el día siguiente a Cat Ba, la isla grande de la bahía de Ha Long. Quedaba ya muy poca gente en la calle, pero al final encontramos a una especie de agencia de viajes, donde nos dijeron que se encargaban de todo. De todo quería decir que teníamos que estar allí el día siguiente a las 6:30 de la mañana, y que del resto se encargaban ellos. Y que necesitaban parte del dinero ya. La agencia era un tugurio de mala muerte, donde no había nadie, el señor que nos contaba esto estaba realmente tomándose un refresco en las escaleras del portal de al lado. Como era de noche, no íbamos a encontrar nada más, y pensábamos que si no, íbamos a perder el día siguiente, le dimos el dinero. Yo de aquello no me fiaba ni un pelo, así que hice fotos a la tienda para saber cuál era por si acaso nos estaban timando. En fin, menos mal que al menos para un occidental todo es allí la mar de barato.

Y luego ya a cenar y a la cama rápido, que mañana nos tocaba madrugar.

Wednesday, October 22, 2014

Hue: Alrededores

El 20 de abril lo dedicamos a hacer una excursión en moto por los alrededores de Hue para ver los mausoleos. Hue había sido capital imperial, y en aquellos tiempos los emperadores no tenían nada mejor que hacer que dedicarse a construirse tumbas para cuando murieran. Un poco como los egipcios, sólo que los vietnamitas, en vez de pirámides, construían palacios. Así que hay como 4 ó 5 tumba-palacios en unos 20 km a la redonda.

Conducía Lucía, por supuesto, pero a diferencia de cuando cogimos la moto en Hoi-An, Hue era una ciudad de verdad y había un montón de motos zumbando en todas las direcciones, así que aquí iba muy despacito y la mar de nerviosa. Realmente lo mejor habría sido cerrar los ojos y acelerar. La capacidad de esquivar extranjeros de un vietnamita en moto con mujer y tres niños a bordo esta mundialmente reconocida. Y más teniendo en cuenta que en estos países los frenos parecen ser un placebo mas que algo realmente funcional. Yo mientras tanto iba detrás, agarrado con todas mis fuerzas, aunque de vez en cuando escuchaba los estertores entrecortados, y tenía que aflojar un poco el abrazo para dejarla respirar. Además, y debo añadir para mi pesar, de forma poco inteligente, se dedicaba a señalarme todas las cosas que le llamaban la atención, que eran muchas, mientras yo recitaba mantras entre los dientes.  Nada más salir del centro urbano, ya nos íbamos tranquilizando. Todas las motos nos pasaban a gran velocidad, pero de repente una, en la que iba montada una señora mayor, se pone a nuestra altura, nos sonríe y nos dice en un inglés pasable: "¡Huy señorita, qué bien conduce usted la moto!". A mí me hizo mucha gracia, pero Lucía, que iba con el ceño fruncido y con los nudillos blancos de sujetar el manillar, no se sintió muy halagada. La señora empezó a charlotear y nos preguntó que a dónde íbamos. "Al mausoleo de Lăng Khải Định", le contesté. "Pues precisamente voy yo para allá porque vivo al lado y voy para casa, seguidme que me conozco el camino". Y sin decir nada más se puso a unos 10 metros delante nuestra mirando para atrás cada 30 segundos para ver si la seguíamos. Y los primeros 10 minutos la seguimos, hasta una intersección en la que ella se fue hacia la derecha, mientras que Google Maps decía que era hacia la izquierda. ¿Derecha como iba la mujer o izquierda como decía Google? Sin dudarlo un instante fuimos a la izquierda. Frente a Google, la vietnamita no tenía ninguna oportunidad. Sin embargo sólo la perdimos de vista un momento, porque la señora, que se suponía que iba a su casa, al minuto apareció zumbando a toda velocidad.
Señora de la moto: "¡Que ya os habíais equivocado! ¡Teníais que haberme seguido bien! Mira que sois un poco despistadillos..."
Yo: "Que no señora, que nosotros vamos al mausoleo, y es por aquí".
Señora: "Bueno, por aquí sí que se va al mausoleo, pero yo es que pensaba que veníais a mi casa".
Yo: "Bueno, es que en la Lonli pone que el mausoleo mola bastante, pero no pone nada de su casa"
Señora: "Pues os acompaño de todas formas"
Así que se volvió a colocar delante de nosotros, eso sí, a partir de ahora yendo en la buena dirección. Hasta que aparcamos las motos enfrente del mausoleo. Ahí la señora nos ayudó a usar un truco para enganchar el segundo casco al manillar, (debajo del asiento sólo cabe uno), así que fue útil al menos una vez.
Yo: "Bueno señora, ha sido un placer que haya conducido a 10 metros por delante de nosotros durante todo el camino echándonos todo el smog. Ahora nosotros vamos a entrar."
Señora: "Huy, el placer es mío. Les esperaré aquí a que salgan."
Yo: "Pero señora, que nosotros no tenemos ni idea del tiempo que vamos a tardar y luego nos vamos a ir a ver otro mausoleo. Es más, por si se lo estaba imaginando, no le vamos a pagar un chavo."
Señora: "¡Uff.. sucio dinero! ¡Claro que no, faltaría más! Si yo lo que quiero es practicar mi inglés, y además no tengo nada que hacer."
Yo: "Pues como quiera, hasta luego entonces".

Y adentro fuimos. Abajo la escalinata del principio.


Lucía pensando en la señora motociclista y en sus ganas de aprender inglés. 

Y el edificio principal.


Está prohibido hacer fotos dentro, pero aprovechando que nadie miraba... No es que se vea mucho, pero salgo yo, que no es poco. Una suerte que Lucía se tome estas prohibiciones vietnamitas de una manera más laxa. 


Realmente la escalinata era de lo más bonito. Y lo más bonito de todo el señor este sudoroso de las gafas sentado a horcajadas en la baranda. 




A la salida nos estaba esperando la señora de la moto. La dijimos que íbamos al siguiente mausoleo, pero ella insistió diciendo que su casa estaba justo al lado del sitio ese, y que nos invitaba a un té, y que sólo quería practicar inglés. Lucía estaba sólo regular de convencida, pero yo me sentía explorador, así que le dije que vale. Mi gen desconfiado sólo estaba esperando escuchar las palabras mágicas de boca de la señora. Miguel esto se lo tomaba como un experimento cultural. 

Así que la seguimos hasta su casa. Que tenía poco más de una habitación. Nos sirvió un poco de té y se puso a charlotear. Al principio de cosas generales, pero poco a poco la conversación se fue haciendo más y más surrealista.
Señora: "Pues la vida es difícil con dos niños, y el trabajo en el campo es muy duro y patatín y patatán".
Lucía en off: ¿qué niños? aquí no cabe nadie más, ni siquiera hay esterillas para otra que no sea ella...ni hay más ropa, ni más nada... agente de la CÍA que me tendrían que haber hecho
Yo: "Vaya, pues también es dura la vida del cubículo. Por cierto, ¿dónde están sus niños?"
Señora: "Pues hoy justamente están en el colegio"
Yo: "Pero señora, si hoy es domingo"
Señora: "Huy, es que tiene clases especiales, que por cierto son carísimas"
Gen desconfiado de Lucía: ¿ves, tesoro? Lo sabíamos!!!!!
Yo: "¡Pues yo tenía entendido que Vietnam es un país comunista y el colegio es gratis!"
Señora: "Pues cada uno tiene que pagar para ir al colegio un porrón de Dongs, y yo no tengo dinero para pagarlo. Y es una pena, porque mi niño mayor, que es listísimo, quiere ser médico."
Lucía en off: yo también, señora, yo también. Y aquí me tiene, hablando con usted. 
Yo: "Pues hagáselo mirar, que creo que no está haciendo un buen negocio y le están timando, porque en Vietnam el cole es gratis, y el dinero que me dice usted que le cuesta, es más de lo que cuesta estudiar en un internado en la universidad en la capital".
Impagable la cara de la señora cuando viene un guiri con gafas enormes a decirle como funciona el sistema educativo de su país. 
Señora: "Huy, qué cosas dice usted, caballero. Por cierto, ¿no querrán ustedes contribuir a la educación de mis hijos con xxx dongs?" 
Yo: "Pues gracias por preguntar, señora, pero fíjese usted que no, no querría contribuir con ningún dong"
Pero el té muy rico, gracias. 
Durante todo el proceso, mi gen de agente de la CÍA no hacía más que mirar hacia la puerta para ver si llegaban los matones a hacernos la encerrona. 
La conversación se iba haciendo más rara por momentos, y yo estaba la mar de entretenido, pero a Lucía le parecía demasiado tenso, así que me dijo que nos fuésemos. Así que nos despedimos y nos fuimos. A toda leche no le fuese a dar tiempo a llamar a sus amigos. Por cierto, la señora al final ya no estaba tan charlatana como al principio.

Tras cruzar con la moto el río fuimos al siguiente tumba-palacio. Sufrí en el viaje en moto, porque ese día estaba regular del vientre y el traqueteo de la moto por las carreteras de allí, algunas sin asfaltar, no ayudaba nada.

Algunas fotitos del siguiente palacio.
Lucía, cuando seamos grandes, te compraré una casa como ésta... 






Después decidimos ir a visitar las zonas rurales y los campos de arroz.


Ottia, se man caío las llaves de la moto!!!


El arroz crece encharcado tal que así:


Y al siguiente mausoleo. Éste era de un rey que según nuestra guía tenía fama de vago y gandul. En la entrada había una chapita en la puerta en varios idiomas. Traduzco la parte relevante: "La naturaleza contemplativa y el espíritu poético del emperador se reflejó en el escenario y ...". Me encantó. A partir de ahora no soy vago, sino de naturaleza contemplativa.


Realmente dentro del edificio de la tumba tampoco se podían hacer fotos para no profanar al emperador, pero a estas alturas yo me sentía tan crecido, que le hice una foto al guardia encargado de que no se hiciesen fotos. Crecido dice... acojonao, es lo que estaba, que las reglas son las reglas!


Es una pena que no se vea en ese momento el programa de la tele, porque era de un concurso de esos de bailar y cantar y el hombre estaba totalmente ensimismado.

En tenderetes de los alrededores de los templos vendían palitos aromáticos.


En Vietnam también hay fianza por las botellas de plástico vacías, y lo cierto es que para algunos, el reciclaje era un negocio.


En total fue un día bastante entretenido. Así que luego volvimos a devolver la moto y a agradecer al universo que no nos chocamos con nada y volvimos al hostal.

Los del hostal eran simpatiquísimos y nos invitaron a unos "dulces" tradicionales. A nosotros y unos alemanes que había rondando por ahí... nosotros nos lo comimos todo con aplomo, pero los alemanes vieron la gamba con su cáscara y todo y no lo consiguieron...






Y luego, a continuar la dura vida del viajero, nos metimos en un autobús nocturno hacia Ninh Binh, un porrón de kilómetros más al norte.