Al cuarto de hora vino un autobús. Pero aquello no era un autobús turístico, era un autobús local vietnamita normal, con otros pasajeros. Un autobús normal, en Vietnam, requiere una explicación. Básicamente, es una minivan con 7 u 8 asientos, que va parando cuándo la gente hace señas desde la acera, y dónde está claro cuando entras, pero no cuándo vas a llegar, ni si vas a poder disfrutar en exclusiva de tu sitio o si vas a tener que compartirlo con las gallinas que el señor que se acaba de subir lleva al mercado. El de la "agencia" nos dijo que para adentro, y luego le dijo un par de palabras al conductor, le dió un par de billetes y le metió el sobre blanco en el bolsillo. Así que allí fuimos, pero el autobús, no llegó a salir a la carretera, sino que tras deambular por las calles, a los 20 minutos llegamos a una estación de autobuses. Allí se bajó todo el mundo, y nosotros estábamos dentro sin saber qué hacer. El conductor nos dijo que nos bajásemos y le siguiéramos. Así que fuimos detrás de él, que se dirigía a otro autobús que estaba esperando en el mismo sitio. Habló con el otro conductor un momento, le dió el sobre, el otro conductor lo abrió, leyó el papel, sacó un un par de billetes y volvió a cerrar el sobre y se lo guardó. Después, nos hizo un par de señas, y para adentro. Este era otro autobús vietnamita "normal". Ahora ya sí que salimos del pueblo, y tras un buen rato de carretera con traqueteo infernal llegamos a la ciudad portuaria de Hai Phong. A la estación de autobuses.
Allí otra vez se bajó todo el mundo. Nuestro conductor nos dijo que esperásemos un momento allí, y él se fue a hablar con un par de chicos con unas motos que estaban por allí. Tras negociar un rato, el conductor sacó el sobre y se lo dejó a los chavales. Luego vinieron todos y por señas nos dijeron que pusiéramos las mochilas en las motos y nos montásemos con ellos. Así que eso hicimos. Bendito sobre blanco. Por lo visto, íbamos tarde, porque sólo había un barco rápido al día y quedaban sólo 20 minutos, así que cruzamos la ciudad a toda velocidad. No se aprecia en la foto, pero el chavalín lleva nuestras mochilas enormes delante. Para ellos supongo que no es ningún desafío teniendo en cuenta que llevan a toda la familia a cuestas, pero yo no dejaba de pensar que aquella motillo, con tanto peso y un vietnamita conductor tan chiquitito, no podía ser muy estable.
Y así llegamos hasta el puerto. En el muelle había un barco esperando, y en cuanto nos vieron, un montón de señoras mayores se acercaron y empezaron a revolotear diciendo que teníamos que pagar el billete del barco, y que qué suerte la nuestra, que ellas nos lo vendían y nos decían el dinero que costaba. Realmente, las señoras-gallina cacareaban con billetes en una mano y algo que parecían tickets en la otra, todas a la vez, y gritando "ticket, ticket!!!". Lo habíamos mirado en internet el día anterior y nos sonaba que era realmente como la mitad. Nos acercamos a la ventanilla oficial del embarcadero y la vendedora de dentro nos miraba impasible, la preguntamos por los tickets y se encogía de hombros. Así que sospechamos que se llevaba comisión de las viejecitas independientes. Sin embargo, el intento de conversación fue interrumpido por los chicos de las motos,
"¿Pero qué hacéis? ¡que el barco se va! ¡Tenéis que montaros!" Básicamente, nos tiraban de la camiseta y señalaban hacia el barco. Yo creo que Gulliver tenía que sentir algo parecido cuando le tiraban los enanos.
"¿Pero y los tickets...?"
"¿Qué tickets? Anda, anda... para adentro, y caminando que es gerundio."
Y las lanzaron un par de gritos a las viejecitas acosadoras, que como un resorte dejaron de agruparse como un muro delante nuestra y nos hicieron un pasillo para dejarnos subir. El grupo de gallinas se disuelve, murmurando entre dientes. Seguro que la de Hue y éstan habrían hecho buenas migas.
Así que nosotros nos subimos en el barco con nuestras mochilas, sin haber comprado el ticket en ningún momento. Supongo que la magia del sobre blanco habría hecho su efecto subrepticiamente.
Y luego ya dentro del barco vimos más turistas, y respiramos aliviados. Por lo visto, ya estábamos en un barco rumbo a Cat Ba. Menos mal, porque desde luego fuera no lo había puesto en ningún momento.
Tras más de una hora de viaje, de pié o sentados sobre unos fardos en la cubierta, nos acercamos a la isla. Los demás extranjeros había llegado antes y estaba sentados dentro en los asientos, pero nosotros habíamos llegado los últimos y nos tuvimos que apretujar con los vietnamitas rasos arriba. Como nos tienen que ver torpes y vagos, a mí me dieron un taburete de los mismos que hay por todas partes en los puestos de comida callejera.
Durante el paseo en barco yo estaba regular de satisfecha. Hai Phong es un puerto comercial, está lleno de contenedores, las aguas de la bahía son marrones y turbulentas. No tenía yo muy claro que en la hora escasa de viaje en barco pudiese cambiar tanto el paisaje como para convrtirse en esas fotos idílicas de la bahía de Ha Long que tienen todas las agencias de viajes.
"¿Pero qué hacéis? ¡que el barco se va! ¡Tenéis que montaros!" Básicamente, nos tiraban de la camiseta y señalaban hacia el barco. Yo creo que Gulliver tenía que sentir algo parecido cuando le tiraban los enanos.
"¿Pero y los tickets...?"
"¿Qué tickets? Anda, anda... para adentro, y caminando que es gerundio."
Y las lanzaron un par de gritos a las viejecitas acosadoras, que como un resorte dejaron de agruparse como un muro delante nuestra y nos hicieron un pasillo para dejarnos subir. El grupo de gallinas se disuelve, murmurando entre dientes. Seguro que la de Hue y éstan habrían hecho buenas migas.
Así que nosotros nos subimos en el barco con nuestras mochilas, sin haber comprado el ticket en ningún momento. Supongo que la magia del sobre blanco habría hecho su efecto subrepticiamente.
Y luego ya dentro del barco vimos más turistas, y respiramos aliviados. Por lo visto, ya estábamos en un barco rumbo a Cat Ba. Menos mal, porque desde luego fuera no lo había puesto en ningún momento.
Tras más de una hora de viaje, de pié o sentados sobre unos fardos en la cubierta, nos acercamos a la isla. Los demás extranjeros había llegado antes y estaba sentados dentro en los asientos, pero nosotros habíamos llegado los últimos y nos tuvimos que apretujar con los vietnamitas rasos arriba. Como nos tienen que ver torpes y vagos, a mí me dieron un taburete de los mismos que hay por todas partes en los puestos de comida callejera.
Durante el paseo en barco yo estaba regular de satisfecha. Hai Phong es un puerto comercial, está lleno de contenedores, las aguas de la bahía son marrones y turbulentas. No tenía yo muy claro que en la hora escasa de viaje en barco pudiese cambiar tanto el paisaje como para convrtirse en esas fotos idílicas de la bahía de Ha Long que tienen todas las agencias de viajes.
La isla de Cat Ba es un punto de entrada alternativo a la bahía de Ha Long. La mayoría de la gente va a Hanoi, y de ahí se coge una excursión de uno o varios días a la bahía, embarcando directamente desde la costa hacia la zona de la bahía kárstica. Habíamos leído un poco y llegado a la conclusión de que el circuito estándar tenía pinta de estar plagado de señoras gallina, y que las posibilidades de ser timado eran bastante altas. Así que nos fuimos a la isla de Cat Ba, que además de ver (algo) menos turistas es parque nacional.
El barco atracó en un embarcadero en la isla, pero allí no había ningún pueblo, sólo se veía campo en todas las direcciones. Bueno, y un autobús. La gente empezaba a montarse en un autobús, no sé cómo sabrían lo que había que hacer, porque desde luego allí no había ningún cartel y nadie hablaba inglés. Y nosotros no teníamos ningún billete para el autobús. Pero seguimos a la gente y nos metimos dentro. Y tras un viaje de media hora por la isla por paisajes exóticos, llegamos por fin al pueblo grande de la isla de Cat Ba. En nuestro periplo los extranjeros debatíamos con respecto a lo que había que hacer, como un grupo al que han soltado en una isla desierta e intenta sobrevivir. Entre tanto debatir todos los vietnamitas se habían subido ya al autobús y no quedaba sitio para todos, así que a algunos les tocó ir de pie (yo para coger sitio tengo un sexto sentido que me convierte en gacela). Lo de ir de pie no era trivial, porque si la isla de Ha Long está llena de montañas kársticas abruptas y empinadas, la isla no era para menos, así que fue una mezcla entre montaña rusa y atracción de la olla.
El barco atracó en un embarcadero en la isla, pero allí no había ningún pueblo, sólo se veía campo en todas las direcciones. Bueno, y un autobús. La gente empezaba a montarse en un autobús, no sé cómo sabrían lo que había que hacer, porque desde luego allí no había ningún cartel y nadie hablaba inglés. Y nosotros no teníamos ningún billete para el autobús. Pero seguimos a la gente y nos metimos dentro. Y tras un viaje de media hora por la isla por paisajes exóticos, llegamos por fin al pueblo grande de la isla de Cat Ba. En nuestro periplo los extranjeros debatíamos con respecto a lo que había que hacer, como un grupo al que han soltado en una isla desierta e intenta sobrevivir. Entre tanto debatir todos los vietnamitas se habían subido ya al autobús y no quedaba sitio para todos, así que a algunos les tocó ir de pie (yo para coger sitio tengo un sexto sentido que me convierte en gacela). Lo de ir de pie no era trivial, porque si la isla de Ha Long está llena de montañas kársticas abruptas y empinadas, la isla no era para menos, así que fue una mezcla entre montaña rusa y atracción de la olla.
Llegamos a un pueblecico que era basicamente como si hubiesen intentado construir algo parecido a Marbella. Hoteles en la costa, a veces de 10 plantas, muy muy feos, y con un paseo marítimo y todo. Con lo bonita que es la isla ella sola.
¿Y ahora? Pues a dar vueltas con las mochilas para ver dónde encontrábamos un sitio para dormir. Al final, después de regatear cogimos uno, y la verdad es que tuvimos bastante suerte. Éstas eran las vistas desde nuestra terraza.
Aquí nos había salido el regateo bastante bien, así que cuando preguntamos cuando costaba lavar la ropa, la dueña nos dijo un precio carísimo (a lo mejor 3 ó 4 €), para intentar recuperar lo que había perdido dándonos la habitación tan barata. Lucía con estas cosas lo tiene claro - La ropa cutre que me compré allí desteñía toda!!
Se lava una la ropa con un barreño en la habitación del hostal con el champú y requetebien. En mi caso, como soy más vago, opté simplemente por no lavar la ropa.
Las vistas de la bahía eran bonitas. Cerca estaban los restaurantes flotantes. En la orilla había señoras con barcas de remos para llevar a los comensales a los restaurantes.
Desde el mismo sitio, peor mirando a la derecha:
Lo más curioso eran las flotillas de barcos de pescadores comunistas.
Los chicos, como en todas partes, se dedicaban a tirarse de cabeza desde el muelle.
El tiempo estaba nublado, como se ve. Aunque estaba empezando la temporada, todavía no estaba el tiempo en su momento álgido. Hacía más frio (a lo mejor en torno a 22 grados), y sobre todo vimos poco el sol.
Aquí nos había salido el regateo bastante bien, así que cuando preguntamos cuando costaba lavar la ropa, la dueña nos dijo un precio carísimo (a lo mejor 3 ó 4 €), para intentar recuperar lo que había perdido dándonos la habitación tan barata. Lucía con estas cosas lo tiene claro - La ropa cutre que me compré allí desteñía toda!!
Se lava una la ropa con un barreño en la habitación del hostal con el champú y requetebien. En mi caso, como soy más vago, opté simplemente por no lavar la ropa.
Las vistas de la bahía eran bonitas. Cerca estaban los restaurantes flotantes. En la orilla había señoras con barcas de remos para llevar a los comensales a los restaurantes.
Desde el mismo sitio, peor mirando a la derecha:
Lo más curioso eran las flotillas de barcos de pescadores comunistas.
Los chicos, como en todas partes, se dedicaban a tirarse de cabeza desde el muelle.
El tiempo estaba nublado, como se ve. Aunque estaba empezando la temporada, todavía no estaba el tiempo en su momento álgido. Hacía más frio (a lo mejor en torno a 22 grados), y sobre todo vimos poco el sol.
Y luego salimos a dar una vuelta por el pueblo y para intentar contratar una excursión en barco por la bahía de Ha Long para el día siguiente. Nos habían recomendado otros viajeros que intentásemos pasar la noche en un barco, y no hacer sólo la excursión de un día que hace la mayor parte de la gente. Y nos pasamos un montón de rato visitando agencias de viaje. Ya habíamos estado mirando en Internet y estábamos la mar de suspicaces, porque la mayoría de la gente se dedicaba a contar cómo le habían timado, dándoles arroz blanco en vez de esa barbacoa de marisco que prometían, o metiéndo a 20 personas en un crucero que en teoría era privado. Queríamos coger el único que tenía buenas opiniones, pero por supuesto estaban llenos para los tres días siguientes. En un sitio nos enseñaron unas fotos de un velero precioso y nos dijeron que eso podía ser para nosotros solos por 2 días por unos cuantos euros. Así que le pagamos al buen señor, encomendándonos a todos los buddhas que habíamos visto en Myanmar, y nos fuimos a cenar. A fin de cuentas, lo bueno de que te timen aquí es que nunca es demasiado dinero...
Una cosa típica de cenar de Cat Ba son los bichos como el de abajo que tenían en muchos acuarios en los restaurantes, pero nosotros no estábamos ese día tan innovadores.
Después de cenar nos fuimos a tomar unas cervezas a un bar. Y justo al lado nuestra había dos chicos que estaban hablando en inglés. Era un americano que estaba haciendo una entrevista de trabajo a un español para trabajar en una empresa turística. El español le decía que se había quedado sin dinero, y que por eso buscaba trabajo de lo que fuese, para poder continuar su viaje. Si no encontraba nada, sus padres le mandarían dinero para poderse comprar un vuelo de vuelta a España, pero de momento él quería intentar seguir viajando. De momento le quedaban algo más de 100 €, y le preguntó al americano que si conocía algún sitio para dormir barato en la ciudad, que había encontrado una cosa, pero no sabía si se podría hacer más barato. El americano le preguntó al español cuánto le costaba el sitio que había encontrado, y el español le dijo que unos 4 US$ (3 €!!!), pero si que encontraba algo más barato, aunque fuese más cutre, mejor. Nos quedamos sin saber si le cogieron o no, pero no dejaba de resultar curioso que el señor dijese que, de momento, "estaba tranquilo, porque tenía dinero de sobra para vivir un tiempo". Con 100€!!!
Una cosa típica de cenar de Cat Ba son los bichos como el de abajo que tenían en muchos acuarios en los restaurantes, pero nosotros no estábamos ese día tan innovadores.
Después de cenar nos fuimos a tomar unas cervezas a un bar. Y justo al lado nuestra había dos chicos que estaban hablando en inglés. Era un americano que estaba haciendo una entrevista de trabajo a un español para trabajar en una empresa turística. El español le decía que se había quedado sin dinero, y que por eso buscaba trabajo de lo que fuese, para poder continuar su viaje. Si no encontraba nada, sus padres le mandarían dinero para poderse comprar un vuelo de vuelta a España, pero de momento él quería intentar seguir viajando. De momento le quedaban algo más de 100 €, y le preguntó al americano que si conocía algún sitio para dormir barato en la ciudad, que había encontrado una cosa, pero no sabía si se podría hacer más barato. El americano le preguntó al español cuánto le costaba el sitio que había encontrado, y el español le dijo que unos 4 US$ (3 €!!!), pero si que encontraba algo más barato, aunque fuese más cutre, mejor. Nos quedamos sin saber si le cogieron o no, pero no dejaba de resultar curioso que el señor dijese que, de momento, "estaba tranquilo, porque tenía dinero de sobra para vivir un tiempo". Con 100€!!!