Wednesday, February 25, 2015

Por la bahía de Ha Long

El 23 de abril nos despertamos pronto para coger el barco que nos iba a llevar a la bahía de Ha Long. La noche anterior habíamos contratado un viaje en un velero precioso para 4 personas que nos habían enseñado en un catálogo, la mar de mono, con su vela de ésas cuadradas, sus interiores de madera relucientes... Abajo subiendo a nuestro "velero" (por llamarlo de alguna manera, porque vela no había ninguna)


Lucía se subió al barco con un rebote que no veas, y cuando vio que en el piso de abajo había 17 personas apretujadas en 2 bancos largos, ya ni te cuento. Yo y mi culo nos quedamos de pie del disgusto. Menos mal que luego empezamos a hablar unos con los otros, y como a cada uno nos habían contado los vietnamitas una historia diferente, ya hasta nos reíamos.

El puerto estaba bastante tranquilo, pero se veía circular a las mujeres-"taxistas" locales.


Los barcos de los pescadores tenían unas pintas muy patrióticas, pero si te acercabas, no tenían pinta de ser demasiado estables. A la mayoría les molaba eso de vivir en las barcas arrejuntás, para poder charlotear con los vecinos y comentar el fútbol y tal. Aquí la sección patriota. 


Aunque siempre había alguno al que no le debía gustar el fútbol y prefería estar más tranquilo a lo eremita. Aquí el subversivo que pone la banderita pá cubrir las apariencias. 


Los barcos que se dedicaban a pescar por la noche, se reconocen porque parecen un árbol de navidad con las bombillas, y estaban ya volviendo al puerto.


Hay un montón de islas, y usan una especie de barcazas para transportar cosas de unas a otras. A mí los agujeros de las paredes me daban sólo regular de confianza. Yo con eso no me metía ni en el estanque del Retiro.


Por la zona era tradicional el marisco, así que había muchos pescadores con nasas. Me queda la duda de cómo evitaban pescar las bolsas de plástico, botellas y demás que flotaban, además de las mega medusas de hasta 60 cm de diámetro que había por todas partes, y que probablemente se habían alimentado de las bolsas de gusanitos flotantes. 


Y luego, hala, a ver islitas. La costa está llena de montañas redondas de esas de las pelis. En las pelis hace buen tiempo y está precioso. Lo cierto es que al natural era como casi siempre más bonito. En la época en la que fuimos todavía no era prime time, lo que también tenía el consuelo de que en teoría hay menos gente. En cualquier caso, la zona a la que fuimos nosotros (la isla de Cat Ba) es menos turística (pero muy turística) que Ha Long en sí, que es donde van los paquetes turísticos desde Hanoi. Se ve lo mismo, pero yendo desde otro lado. 


Cuando te acercas, ves que hay muchísimas casitas de pescadores.


La mayor parte de las veces, se juntan varios y hacen mini-pueblos flotantes.


Algunos tenían que ser más vagos, así que en vez de salir a pescar, se habían hecho su propia "granja" de peces. En Andalucía les llamamos piscifactorías, se ve que el concepto no ha llegado a Castilla. Allí ovejas. 


Hay que reconocer que el paisaje era curioso.



A mí me hizo gracia la playa de abajo donde unos chicos locales estaban jugando al fútbol. Estaba rodeada de acantilados, así que la única manera de acceder era nadando o en barco. Probablemente era la única playa en la que podías jugar a algo más que al frontón. 


Al cabo de un rato llegamos a una bahía donde había un señor con un montón de kayaks. Así que nada, a kayakear. O a sortear medusas, ésto es. 


En esto ya somos expertos. En posar con el remo, digo. 




Bueno, ya vale! 
En algunas islas había cuevas. Nosotros fuimos a una, pero por lo visto, hay un montón.


Éste es Miguel haciendo como que pasea contemplativo admirando la belleza de esas estalactitas centenarias. 

Algunos pescadores tienen barca-casas pequeñas. Como en gran parte del país, a las mujeres no les gusta ponerse morenas, así que van en plan "ninja". Yo tengo 60 metros cuadrados y me quejo de que no tenemos donde tender. Chúpate esa. 


Un par de veces se nos acercó una barca-carrito_de_chuches. Por lo visto pescar turistas es más rentable que pescar congrios. Esta recogía botellas!!!!! Sííííííííí!!!!! 


Realmente nos lo pasamos muy bien, aunque en vez de ser experiencia romántica, fuese con más gente. Había muchos la mar de curiosos. Hablamos mucho con una pareja argentino (él) -rusa (ella), que vivían en EEUU. Allí tenían una vida muy acomodada, él era profesor de arquitectura en una universidad, y la mujer era una ejecutiva de ofertas en una empresa multinacional, pero decidieron que querían hacer algo distinto, así que qué mejor que cogerse un tiempo libre para dar la vuelta al mundo. La mujer simplemente dejó el puesto, y el hombre pidió permiso para continuar sus clases de arquitectura a distancia, así que cada cierto tiempo tenían que dormir en algún hotel con internet para que él pudiese grabar las clases con una cámara de vídeo y atender a las consultas de los alumnos por Skype. Llevaban ya más de 4 meses viajando, e iban improvisando sobre la marcha. Quedamos con ellos en vernos en Filipinas 2 semanas más tarde, y al final no los volvimos a ver por muy poco. Estos han sido nuestra inspiración, nos sacaban quizá dos o tres años, así que ya sabemos cuál es nuestro siguiente objetivo. Sólo me falta convencer a mi jefe para que me deje hacer la home office desde el kayak. 

Y cuando ya empezaba a atardecer, ¡la gran sorpresa! Un velero se acercó a nuestra barca y nos dijeron a 4 por señas que nos fuésemos a él. ¡Los demás se quedaban en el barco feo, que volvía al puerto, y nosotros 4 íbamos a tener el velero! A ver, tampoco tenía vela, éste, pero era ligeramente más nuevo, o más bien estaba pintado hace menos, y no teníamos que turnarnos para sentarnos en la mesa. 

Las otras dos resultaron ser dos hermanas alemanas rubias que vivían en Australia, así que el resto del viaje estuvimos hablando con ellas en alemán. Y fueron los únicos con los que hablamos, porque ni el capitán del barco ni el resto de la tripulación sabían inglés, así que nos tuvimos que apañar con señas.

Dejé a las mujeres con un mapa planeando qué hacer el día siguiente mientras yo me fui a explorar nuestro barco.


Al anochecer, abordamos en una estación de acuacultura flotante. Es-ta-ción de a-cua-cul-tu-ra. Toma ya. ¡En las redes tenían sepias! Era la primera vez que veía a las sepias moverse aparte de en los documentales de la 2.

La cena fue buenísima, y rodeado de 3 bellas mujeres, mejor todavía. Mhm...


De noche cerrada, los vietnamitas se reunieron en la casetilla y empezaron con el karaoke. El deporte nacional. Y nos hacían señas para fuésemos nosotros también a participar. Nosotros por supuesto, nos negamos en redondo a hacer el payaso por ahí. Están locos estos vietnamitas.
Con nosotros atracó otro velero (éste sí tenía vela) con 3 franceses maduritos. Éstos sí que se dejaron convencer más rápido. 


Mientras acabábamos las botellas de vino, el timonel nos trajo una especie de puro gordo para fumar que tenía que haber hecho él, porque allí desde luego no había ni filtro ni nada. De hecho era como un trozo de tubería apañado con un poco de cinta y más cosas, en el que se aspiraba por un lado y salía humo por el otro. 

Así que fume por segunda vez en mi vida (la primera vez había sido en Myanmar). La noche era la mar de bonita en nuestra bahía.


La cosa es, que al cabo de un rato no nos parecía tanta tontería lo del Karaoke. No sé si habrá foto, pero yo me marqué un par con el francés de las barbas en plan Pimpinela. 


En vietnamita. Que no!!! Esta era en español, la única que encontramos además de la Bamba y Macarena. 


Si tú me dices veeeeen lo dejo todoooooo. Si tú me dices veeeen será todo para tíííiíí... Mis momentos más profundos.... 

Lucía, que de estas cosas sabe bastante más que yo, me contó que al parecer lo que tomamos es de venta prohibida en España.

Y ya de madrugada, nos fuimos a dormir al tejado de nuestro velero. Esto fue sin duda lo mejor. El momento en el que todo se calla - hasta los del karaoke, y estás en medio del mar rodeado de montañas de piedra con la luz de las estrellas (bueno, y de los barquitos que pescaban). A todo el que vaya recomiendo pasar la noche en el barco. Merece mucho la pena. 




Sunday, November 16, 2014

Ida a Cat Ba

El 22 de abril nos despertamos prontísimo para ver si de verdad la "agencia de viajes" existía. Así que salimos con las mochilas del hotel y nos fuimos para allá. ¿Y allá? Pues eran las 5:30 de la mañana, que era la hora a la que teníamos que estar, y aquello estaba cerradísimo. Yo ya estaba jurando en arameo, cuando a los 10 minutos apareció el hombrecillo de la noche anterior. Nos pidió el resto del dinero, se lo dimos, se guardó parte en su bolsillo, y el resto lo metió dentro de un sobre blanco. Luego escribió un par de garabatos en un papel y lo metió también en el sobre blanco. Y luego nos dijo que venía un autobús dentro de 10 minutos. Así que a esperar.

Al cuarto de hora vino un autobús. Pero aquello no era un autobús turístico, era un autobús local vietnamita normal, con otros pasajeros.  Un autobús normal, en Vietnam, requiere una explicación. Básicamente, es una minivan con 7 u 8 asientos, que va parando cuándo la gente hace señas desde la acera, y dónde está claro cuando entras, pero no cuándo vas a llegar, ni si vas a poder disfrutar en exclusiva de tu sitio o si vas a tener que compartirlo con las gallinas que el señor que se acaba de subir lleva al mercado. El de la "agencia" nos dijo que para adentro, y luego le dijo un par de palabras al conductor, le dió un par de billetes y le metió el sobre blanco en el bolsillo. Así que allí fuimos, pero el autobús, no llegó a salir a la carretera, sino que tras deambular por las calles, a los 20 minutos llegamos a una estación de autobuses. Allí se bajó todo el mundo, y nosotros estábamos dentro sin saber qué hacer. El conductor nos dijo que nos bajásemos y le siguiéramos. Así que fuimos detrás de él, que se dirigía a otro autobús que estaba esperando en el mismo sitio. Habló con el otro conductor un momento, le dió el sobre, el otro conductor lo abrió, leyó el papel, sacó un un par de billetes y volvió a cerrar el sobre y se lo guardó. Después, nos hizo un par de señas, y para adentro. Este era otro autobús vietnamita "normal". Ahora ya sí que salimos del pueblo, y tras un buen rato de carretera con traqueteo infernal llegamos a la ciudad portuaria de Hai Phong. A la estación de autobuses.

Allí otra vez se bajó todo el mundo. Nuestro conductor nos dijo que esperásemos un momento allí, y él se fue a hablar con un par de chicos con unas motos que estaban por allí. Tras negociar un rato, el conductor sacó el sobre y se lo dejó a los chavales. Luego vinieron todos y por señas nos dijeron que pusiéramos las mochilas en las motos y nos montásemos con ellos. Así que eso hicimos. Bendito sobre blanco. Por lo visto, íbamos tarde, porque sólo había un barco rápido al día y quedaban sólo 20 minutos, así que cruzamos la ciudad a toda velocidad. No se aprecia en la foto, pero el chavalín lleva nuestras mochilas enormes delante. Para ellos supongo que no es ningún desafío teniendo en cuenta que llevan a toda la familia a cuestas, pero yo no dejaba de pensar que aquella motillo, con tanto peso y un vietnamita conductor tan chiquitito, no podía ser muy estable.

Qué pantalones más chulos que llevo

Y así llegamos hasta el puerto. En el muelle había un barco esperando, y en cuanto nos vieron, un montón de señoras mayores se acercaron y empezaron a revolotear diciendo que teníamos que pagar el billete del barco, y que qué suerte la nuestra, que ellas nos lo vendían y nos decían el dinero que costaba. Realmente, las señoras-gallina cacareaban con billetes en una mano y algo que parecían tickets en la otra, todas a la vez, y gritando "ticket, ticket!!!". Lo habíamos mirado en internet el día anterior y nos sonaba que era realmente como la mitad. Nos acercamos a la ventanilla oficial del embarcadero y la vendedora de dentro nos miraba impasible, la preguntamos por los tickets y se encogía de hombros. Así que sospechamos que se llevaba comisión de las viejecitas independientes. Sin embargo, el intento de conversación fue interrumpido por los chicos de las motos,
"¿Pero qué hacéis? ¡que el barco se va! ¡Tenéis que montaros!" Básicamente, nos tiraban de la camiseta y señalaban hacia el barco. Yo creo que Gulliver tenía que sentir algo parecido cuando le tiraban los enanos. 
"¿Pero y los tickets...?"
"¿Qué tickets? Anda, anda... para adentro, y caminando que es gerundio."
Y las lanzaron un par de gritos a las viejecitas acosadoras, que como un resorte dejaron de agruparse como un muro delante nuestra y nos hicieron un pasillo para dejarnos subir. El grupo de gallinas se disuelve, murmurando entre dientes. Seguro que la de Hue y éstan habrían hecho buenas migas. 
Así que nosotros nos subimos en el barco con nuestras mochilas, sin haber comprado el ticket en ningún momento. Supongo que la magia del sobre blanco habría hecho su efecto subrepticiamente.

Y luego ya dentro del barco vimos más turistas, y respiramos aliviados. Por lo visto, ya estábamos en un barco rumbo a Cat Ba. Menos mal, porque desde luego fuera no lo había puesto en ningún momento.

Tras más de una hora de viaje, de pié o sentados sobre unos fardos en la cubierta, nos acercamos a la isla. Los demás extranjeros había llegado antes y estaba sentados dentro en los asientos, pero nosotros habíamos llegado los últimos y nos tuvimos que apretujar con los vietnamitas rasos arriba. Como nos tienen que ver torpes y vagos, a mí me dieron un taburete de los mismos que hay por todas partes en los puestos de comida callejera. 
Durante el paseo en barco yo estaba regular de satisfecha. Hai Phong es un puerto comercial, está lleno de contenedores, las aguas de la bahía son marrones y turbulentas. No tenía yo muy claro que en la hora escasa de viaje en barco pudiese cambiar tanto el paisaje como para convrtirse en esas fotos idílicas de la bahía de Ha Long que tienen todas las agencias de viajes. 
La isla de Cat Ba es un punto de entrada alternativo a la bahía de Ha Long. La mayoría de la gente va a Hanoi, y de ahí se coge una excursión de uno o varios días a la bahía, embarcando directamente desde la costa hacia la zona de la bahía kárstica. Habíamos leído un poco y llegado a la conclusión de que el circuito estándar tenía pinta de estar plagado de señoras gallina, y que las posibilidades de ser timado eran bastante altas. Así que nos fuimos a la isla de Cat Ba, que además de ver (algo) menos turistas es parque nacional. 
El barco atracó en un embarcadero en la isla, pero allí no había ningún pueblo, sólo se veía campo en todas las direcciones. Bueno, y un autobús. La gente empezaba a montarse en un autobús, no sé cómo sabrían lo que había que hacer, porque desde luego allí no había ningún cartel y nadie hablaba inglés. Y nosotros no teníamos ningún billete para el autobús. Pero seguimos a la gente y nos metimos dentro. Y tras un viaje de media hora por la isla por paisajes exóticos, llegamos por fin al pueblo grande de la isla de Cat Ba. En nuestro periplo los extranjeros debatíamos con respecto a lo que había que hacer, como un grupo al que han soltado en una isla desierta e intenta sobrevivir. Entre tanto debatir todos los vietnamitas se habían subido ya al autobús y no quedaba sitio para todos, así que a algunos les tocó ir de pie (yo para coger sitio tengo un sexto sentido que me convierte en gacela). Lo de ir de pie no era trivial, porque si la isla de Ha Long está llena de montañas kársticas abruptas y empinadas, la isla no era para menos, así que fue una mezcla entre montaña rusa y atracción de la olla.

Llegamos a un pueblecico que era basicamente como si hubiesen intentado construir algo parecido a Marbella. Hoteles en la costa, a veces de 10 plantas, muy muy feos, y con un paseo marítimo y todo. Con lo bonita que es la isla ella sola. 

¿Y ahora? Pues a dar vueltas con las mochilas para ver dónde encontrábamos un sitio para dormir. Al final, después de regatear cogimos uno, y la verdad es que tuvimos bastante suerte. Éstas eran las vistas desde nuestra terraza.


Aquí nos había salido el regateo bastante bien, así que cuando preguntamos cuando costaba lavar la ropa, la dueña nos dijo un precio carísimo (a lo mejor 3 ó 4 €), para intentar recuperar lo que había perdido dándonos la habitación tan barata. Lucía con estas cosas lo tiene claro - La ropa cutre que me compré allí desteñía toda!!


Se lava una la ropa con un barreño en la habitación del hostal con el champú y requetebien. En mi caso, como soy más vago, opté simplemente por no lavar la ropa.

Las vistas de la bahía eran bonitas. Cerca estaban los restaurantes flotantes. En la orilla había señoras con barcas de remos para llevar a los comensales a los restaurantes.


Desde el mismo sitio, peor mirando a la derecha:


Lo más curioso eran las flotillas de barcos de pescadores comunistas.



Los chicos, como en todas partes, se dedicaban a tirarse de cabeza desde el muelle.


El tiempo estaba nublado, como se ve. Aunque estaba empezando la temporada, todavía no estaba el tiempo en su momento álgido. Hacía más frio (a lo mejor en torno a 22 grados), y sobre todo vimos poco el sol. 

Y luego salimos a dar una vuelta por el pueblo y para intentar contratar una excursión en barco por la bahía de Ha Long para el día siguiente. Nos habían recomendado otros viajeros que intentásemos pasar la noche en un barco, y no hacer sólo la excursión de un día que hace la mayor parte de la gente. Y nos pasamos un montón de rato visitando agencias de viaje. Ya habíamos estado mirando en Internet y estábamos la mar de suspicaces, porque la mayoría de la gente se dedicaba a contar cómo le habían timado, dándoles arroz blanco en vez de esa barbacoa de marisco que prometían, o metiéndo a 20 personas en un crucero que en teoría era privado. Queríamos coger el único que tenía buenas opiniones, pero por supuesto estaban llenos para los tres días siguientes. En un sitio nos enseñaron unas fotos de un velero precioso y nos dijeron que eso podía ser para nosotros solos por 2 días por unos cuantos euros. Así que le pagamos al buen señor,  encomendándonos a todos los buddhas que habíamos visto en Myanmar, y nos fuimos a cenar. A fin de cuentas, lo bueno de que te timen aquí es que nunca es demasiado dinero... 

Una cosa típica de cenar de Cat Ba son los bichos como el de abajo que tenían en muchos acuarios en los restaurantes, pero nosotros no estábamos ese día tan innovadores.


Después de cenar nos fuimos a tomar unas cervezas a un bar. Y justo al lado nuestra había dos chicos que estaban hablando en inglés. Era un americano que estaba haciendo una entrevista de trabajo a un español para trabajar en una empresa turística. El español le decía que se había quedado sin dinero, y que por eso buscaba trabajo de lo que fuese, para poder continuar su viaje. Si no encontraba nada, sus padres le mandarían dinero para poderse comprar un vuelo de vuelta a España, pero de momento él quería intentar seguir viajando. De momento le quedaban algo más de 100 €, y le preguntó al americano que si conocía algún sitio para dormir barato en la ciudad, que había encontrado una cosa, pero no sabía si se podría hacer más barato. El americano le preguntó al español cuánto le costaba el sitio que había encontrado, y el español le dijo que unos 4 US$ (3 €!!!), pero si que encontraba algo más barato, aunque fuese más cutre, mejor. Nos quedamos sin saber si le cogieron o no, pero no dejaba de resultar curioso que el señor dijese que, de momento, "estaba tranquilo, porque tenía dinero de sobra para vivir un tiempo". Con 100€!!! 







Monday, October 27, 2014

Ninh Binh / Tam Coc

El 21 de abril muy pronto por la mañana el autobús nos dejó en Ninh Binh. Ninh Binh es una región donde se va básicamente a ver el campo. Llegamos a eso de las 7 de la mañana, así que lo primero de todo fue enchufarse un desayuno, donde lo mejor fue la taza de leche condensada que nos pusieron al lado. O el zumo de piña natural, todo depende de a quién se le pregunte. Seguimos nuestro periplo hacia el norte:

Ninh Binh es una zona llena de montañas redondeadas que salen de las llanuras encharcadas de arroz. Y todo surcado por montones de canales. Realmente, Ninh Binh es la ciudad principal a la que van los autobuses. Donde fuimos nosotros es a un pueblecico cercano llamado Tam Coc. La lónli prometía un paisaje acuático mágico, con macizos de piedra surgiendo de los arrozales. Éramos un poco escépticos, porque mirando en Google maps salía poco más que un lago y un par de casas. 
Así que nos acercamos al embarcadero del pueblo, y enseguida apareció un enjambre de señoras que querían llevarnos a dar una vuelta. Nos montamos en un barquito de ésos y la señora empezó a remar. Con los pies. Por lo visto dicen que las piernas son más fuertes y se cansan menos, así que en toda la zona lo tradicional es hacerlo así. Hasta aquí, salvo la curiosidad de los pies, que cierto es que es digna de ver, poca miga. Yo ya estaba maldiciendo a la lónli. Peeeeero... al final del lago salía (no tengo muy claro si desembocaba o nacía) un río que nos llevaba hacia las afueras del pueblo...


Y esta pinta tenía. Es parecido al paisaje de la bahía de Ha Long, pero en terrestre. 


Pasamos al lado de unos señores con unas cabras. Las cabras se habían subido a un caminito en la roca y no sé si no podían o no querían bajar, pero los vietnamitas estaban revolucionados intentado que se bajaran. Yo tengo bien claro que no querían. Además las cabras se lo estarían pasando bomba viendo al vietnamita encaramado a las piedras. Lástima que no vimos el desenlace. 


Como no tenemos casi ninguna foto juntos, le pedimos a la barquera que nos hiciera una. Bueno, algo desenfocada, pero algo es algo.


Llegamos a un sitio donde parecía que el canal se acababa.


Pero la señora iba hacia el muro que se ve al fondo a la izquierda a gran velocidad. Resulta que a través de una cueva continuaba el canal.


A veces había que agachar la cabeza. Menos mal que la señora tenía una linterna...

Pero bueno, luego se salía al otro lado.


Lucía con sus fotos.


El señor de abajo tenía como una especia de nasas en los campos de arroz de los lados, e iba con un gancho recogiéndolas para ver si había algo junto con la señora. No llegamos a ver qué es lo que había. ¡Sí que lo vimos! ¡Cogían caracoles! Eran rojos brillantes, por lo visto se comen. Como tantas otras cosas aquí.


A veces el paisaje era muy abierto.


Otras veces más encañonado.


Y otras veces era más selvático y con templos en ruinas escondidos como en Indiana Jones. Mi peinado de Ho Chi Minh permanece inalterable. 


Desde luego, cuevas de esas atravesamos un par.


¿Y al final de casi una hora? ¿Qué es lo que hay?


¡Una señora vendiendo comida y tonterías a los turistas! Por lo visto tiene que ser más rentable que cultivar arroz. La señora de nuestra barca, que claramente estaba compinchada con la del puesto, se acercó a ella y la señora del puesto nos empezó a ofrecer cosas. Nosotros le dijimos que no. Y la del puesto nos empezó a decir medio por señas, que  nuestra remera estaba cansada y necesitaba beber algo... que le comprásemos zumos. A mí me parecía la mar de surrealista, así que abrí la mochila y saqué mis botellas de agua y la fruta que llevaba. Me dirigí a la remadora (que me dijo que no), y le ofrecí vendérsela a la vendedora a un precio más barato al que me la ofrecía ella. Y mira que se lo estaba ofreciendo a mitad de precio comparado a lo que nos lo ofrecía ella, pero al final parece que no hubo negocio. Yo normalmente en estos casos me escondo debajo de algo y espero hasta que el interesado se da cuenta de que se están descojonando de él y se aleja. En este caso las restricciones de espacio no daban más de sí, así que reconozco que disfruté de las caras que iban poniendo remera y vendedora conforme iban viendo el percal. Una parte de mí pensaba que la barquera nos iba a dejar en medio de un arrozal a unos cuantos kilómetros del pueblo, pero se ve que, pese a todo, le dimos pena. 

La Raf, que es es la otra guía que llevábamos de viaje (Rough guide, vamos, la guía para intrépidos como nosotros), ya nos había advertido de los trucos locales, entre los que se incluía el intentar convencer al turista para que comprase agua para la remadora. La remadora luego no abre la botella, sino que se la revende a la vendedora por la décima parte del precio. Entre la Raf y la Lónli, es una maravilla. Como un día a los vietnamitas les dé por comprarse las guías que llevamos los occidentales y descubran que ya nos sabemos sus trucos... se acumularan los extranjeros en los arrozales... 

Realmente yo no lo había pensado nunca, pero lo de remar con las manos parecía la mar de práctico. Te deja las manos libres para fumar.


Para sujetar el paraguas.


Para tejer (aunque en la foto no se le ven las manos).


Aquí estaba lloviendo, pero a pesar de todo la señora estaba en medio del campo por si a algún turista pasa por allí con ganas de tomarse un zumo de mango.


El espectáculo de la remadora no terminó aquí... otra de las cosas que ponía en la Raf es que intentaras encontrar una barca en la que no hubiese una bolsa sospechosa. La bolsa en cuestión está llena de souvenires varios para el turista incauto, o el que tiene mucho sitio en la maleta. Nosotros esto lo hicimos bien, o eso pensábamos, porque no había bolsa a la vista... hasta que la señora levantó una tabla y... ta chán! ¿quiere una camiseta, señora? ¡Pretty, pretty!

Cuando volvíamos y ya íbamos a amarrar, la señora nos empezó a decir que quería una propina. ¡Y exigiendo! Pues no se llevó ni un dong.

Luego nos alquilamos unas bicis para ir de excursión. La de la izquierda es la mía.


Lo bueno de ir de excursión en bici es que ves como vive la gente por allí. La familia de abajo tiene la choza en medio de un lozadal, así que para no llenarse de barro cada vez que entran o salen, han hecho un caminito de piedras.


A los bisabuelos los tenían también cerca de casa. Lo de la izquierda son las tumbas familiares. 



La foto de abajo es para que me veáis a mí también, que salgo menos que Lucía.


Sí que se distinguen que dentro de los agricultores, hay clases. Los hay que tienen puentecitos monos, incluso con puertas.


Otros son más cochambrosos.



De todo.


En la región, con todo el agua que tenían, se dedicaban principalmente al arroz, en las llanuras entre las montañas. De vez en cuando ponían canales artificiales.


Cuando nos encontramos con vacas por el camino, a Lucía le costó un buen rato decidirse a pasar.


Al cabo de un rato llegamos a un conjunto de templos en la base de una montañita. ¡Nos pidieron dinero por aparcar las bicis abajo!


Desde allí había un senderito para escalar la montaña empinada. Había carteles de prohibido por todas partes, pero aprovechando que no había nadie mirando, me fui para arriba. Lucía se quedó abajo refunfuñando, porque iba en chanclas y aquello resbalaba muchísimo, así que se perdió la vista desde arriba.


Y luego ya, de vuelta al pueblo central de la zona. Desde allí queríamos ir a Hai Phong, la ciudad grande que estaba ya en la costa. Habíamos dejado las mochilas grandes durante el día en un hotelito local, para poder hacer las excursiones, y cuando le dijimos a la recepcionista que queríamos ir a Hai Phong, en seguida nos dijo que ella nos pedía un taxi. Y eso que había otro taxi justo en la puerta que quería llevarnos, pero la recepcionista no hacía nada más que ahuyentarle para que fuésemos con el taxista que ella quería (vete a saber si era su primo). El otro taxista, que debía ser independiente, se pasaba todo el rato por delante de la puerta y nos miraba para ver si nos íbamos con él. Muy curioso ver como se reparten a los turistas. Yo y mi instinto de la libre competencia pretendíamos meternos con el taxista acechante previa negociación, pero Miguel, que ya había mareado a suficientes vietnamitas por un día, no me dejó. 

Al final fuimos con el taxi que nos buscaron a la ciudad grande de la zona (Ninh Binh). Llegamos muy de noche, así que dejamos las mochilas y nos pusimos a investigar cómo ir el día siguiente a Cat Ba, la isla grande de la bahía de Ha Long. Quedaba ya muy poca gente en la calle, pero al final encontramos a una especie de agencia de viajes, donde nos dijeron que se encargaban de todo. De todo quería decir que teníamos que estar allí el día siguiente a las 6:30 de la mañana, y que del resto se encargaban ellos. Y que necesitaban parte del dinero ya. La agencia era un tugurio de mala muerte, donde no había nadie, el señor que nos contaba esto estaba realmente tomándose un refresco en las escaleras del portal de al lado. Como era de noche, no íbamos a encontrar nada más, y pensábamos que si no, íbamos a perder el día siguiente, le dimos el dinero. Yo de aquello no me fiaba ni un pelo, así que hice fotos a la tienda para saber cuál era por si acaso nos estaban timando. En fin, menos mal que al menos para un occidental todo es allí la mar de barato.

Y luego ya a cenar y a la cama rápido, que mañana nos tocaba madrugar.